martes, 27 de agosto de 2013

¿CUÁNTA PATRIA PUEDE AGUANTAR UN CORAZÓN?, DE GOLCAR ROJAS


http://golcarr.wordpress.com/2013/08/27/cuanta-patria-puede-aguantar-un-corazon/


Esta vez no lloré de tristeza. Lloré de rabia. Lloré de indignación. Llanto de patria mortalmente herida, de gentilicio aborrecido. Lloré de arrechera.

Tengo dos días recorriendo y llamando a todas las farmacias buscando el medicamento Manidón, una pastilla que un amigo de 80 años, con marcapaso y con extracción de un riñón, debe tomar diariamente y que ya tiene una semana sin tomarlo porque no lo consigue.

En mi peregrinar de farmacia en farmacia, decidí salir a buscarlo y, de paso, comprar el Omega que yo mismo debo tomar para controlar mis elevados índices de triglicéridos y colesterol y evitar un colapso.

Como salí a pie, dejé en mi tienda el bolso para evitar tentar la suerte por la calle con la atemorizante inseguridad que nos azota. Al llegar a la tienda naturista donde generalmente compro el Omega, la amiga chavista, dueña del negocio, me da la ya habitual y cotidiana respuesta del “no hay”.

-Hago los pedidos y me llega menos de la mitad de lo que pido –dice-. Y cada vez más caros.

-¡Seguí votando por estos desgraciados!

-Ay, sí. Porque vos no votaste.

-Por ellos jamás. Siempre voto pero por la oposición.

-Igual estás pasando por lo mismo que yo.

-Claro, por los que como tú, siguen votando por ellos a pesar de sufrir las consecuencias.

Salgo de allí un poco cabreado. Camino hasta la farmacia. Tres que tengo en la vía. En ninguna consigo el Manidón. Cuando salgo de la tercera veo que pasa frente a mí una señora con bolsas del supermercado Latino. Institntivamente, le escaneo los paquetes. ¡Lleva Harina PAN!

Miro hacia la acera y veo una larga fila de gente a pleno sol, 36 grados centígrados de temperatura con sensación térmica como de 42. Me asomo y veo poca gente dentro del establecimiento. La hilera en la acera la conforma la gente que va solo a comprar la harina. Es decir, “bachaqueros”, o pobres que no tienen para pagar una compra de 300 bolívares. Quienes van a adquirir otros productos o van a comprar la harina pero en compras de más de 300 bolívares pueden pasar sin esperar.

Me asomo y veo que dentro del establecimiento hay poca gente. Contraviniendo mi propia norma de no pisar los supermercados Latinos porque siempre maltratan a los clientes, cedo ante la tentación de poder hacerme con cuatro paquetes de Harina Pan que ya se me ha acabado en casa, y entro.

Recorro los pasillos metiendo en el carro de la compra un montón de productos que no necesito pero que siempre hacen falta en casa o están por terminarse. Todo con el objetivo de cubrir los 300 bolívares que me darán el derecho a poder comprar la harina sin el castigo de esperar a pleno sol 3 horas en una cola.

Como hace más de 3 meses no compro leche, aprovecho y meto un paquete de leche “crecimiento” para probarla, una leche para niños de uno a tres años, que es la que se consigue. Si me gusta, la seguiré comprando en visa de la escasez tan tenaz que estamos viviendo.

La cola de la caja es razonablemente corta. No obstante, sin razón aparente, no avanza con la rapidez que debería. En un rincón, una señora de unos 30 años grita a todo pulmón a un empleado que le dice “¡Pues tú no vas a entrar porque no me da la gana!”. Todos pensamos que se trata de una “bachaquera”.

A los 20 minutos, una empleada se acerca, acompañada con un policía, a la cola donde me encuentro. Señalando a una chica que se está detrás de mí, le dice:

-¡Chica, ven acá!

Cuando la joven se acerca, la mujer y el policía le dicen que les muestre el celular.

-¿Por qué? –le pregunta la chica con toda la altanería que puede exhibir una niña de 16 años.

-Porque tú tomaste una foto de la cola y eso está prohibido y la tienes que borrar.

Por supuesto, se me volaron los tapones. Le grité a la mujer, al policía y a dos empleados más que se acercaron que dónde decía que estaba prohibido hacer fotografías. Discutimos un buen rato hasta que dejaron en paz a la chica quien, afortunadamente, no dio su brazo a torcer y no borró la imagen.

-Esta se la voy a pasar a @HCapriles-. Me dijo con un contoneo retador que me subyugó.

Pasado el impasse, seguimos en nuestra cola conversando como es habitual del país que nos ha obligado a vivir un puñado de resentidos, corruptos y malvivientes que se apoderaron de Venezuela desde hace 15 años. De cómo, cuando los venezolanos íbamos a comprar a Colombia porque todo era más barato allá, jamás escuchamos que en ese país escaseará la comida y, mucho menos, que la racionaran. Al contrario, Colombia aprovechó la situación y producía lo que necesitaban allá y lo que comprábamos los venezolanos. ¡Producían! Cosa que no se puede hacer en Venezuela porque el Socialismo del Siglo XXI acabó con las industrias…

Una amiga que está delante de mí, me pide el favor de que le saque unas pechugas de pollo que no le permitieron comprar porque “excede el límite de compra diaria de pollo”.

Por fin, llega mi turno de chequear en caja mi compra. Subo todo en la correa y la cajera me pide la cédula de identidad laminada. “¡Coño de la madre!” Se me olvidó que no llevaba bolso y que en este país, incluso para pagar en efectivo, si uno va a comprar productos regulados como la Harina PAN, debe presentar el documento de identidad, que se quedó en el bolso con la billetera cuando decidí no tentar a los choros caminando con un bolso terciado por la calle.

-Si no tiene cédula laminada, no puede llevar la harina. Le puedo chequear lo demás pero tiene que dejar la harina-. Dice la cajera.

El señor que está detrás de mí en la cola, amablemente pone su cédula para que yo pueda hacer mi compra. Más de 500 bolívares es el monto de lo que llevo. Cuando el señor va a pagar lo suyo, la cajera le dice que su cédula está bloqueada para la Harina Pan porque ya la pasó con mi compra. El señor saca la cédula de su esposa y le dicen que tiene que estar presente el titular.

-¡Pero yo soy de Encontrados y mi esposa está allá!

-Si no está el titular presente no puede llevar la harina.

La chica del impasse con la foto, hija del señor, saca su carnet de la universidad para que chequeen la compra a su nombre.

-Tiene que ser la cédula laminada y tiene que ser mayor de edad para poder comprar la harina. Además, en esta compra no hay 300 bolívares-. Dice la cajera.


Mi corazón se acelera. Golpea con tanta fuerza que siento que se me va a salir del pecho. Siento que las sienes me van a estallar. Las manos me tiemblan. Estoy hecho un energúmeno. No queda una sola grosería de mi repertorio sin que se la estampe en la cara a la cajera y al montón de empleados que se han acercado para corroborar que las cosas son como las expone la dependiente.

Quiero matar a alguien. Agradezco a Dios que le tengo pavor a las armas porque, si llego a tener una, no queda uno solo vivo. Maldigo a Chávez, maldigo a Nicolás, maldigo a los chinos dueños de la cadena de supermercados quienes entrenan a sus empleados para que funcionen como policías represores, como sapos cubanos, y no como trabajadores que ofrecen un servicio y se deben al público. Maldigo la mala hora en que incumplí mi promesa de no pisar nunca más un Latino en mi vida.

Camino enajenado y tembloroso, con las bolsas en la mano, las cuatro cuadras hasta mi tienda. Allí lloro mi rabia. Desahogo con llanto mi frustración. Lloro con arrechera, como hacía tiempo no lloraba. Pienso en cuántos días puede aguantar el corazón del viejo de 80 años sin su Manidón y en cuántas arrecheras como esa podría aguantar el mío sin explotar. ¿Cuánta patria puede aguantar un corazón sin que se parta en mil pedazos?

Cuando por fin puedo sosegarme y contarle a Cristian lo que ha pasado. Mi socio me dice:

-Vino tu amiga la defensora pública. La que te contó las cosas de la cárcel. Me dijo que te dijera que hoy, a una jueza, le pusieron un revólver en la sien.

viernes, 16 de agosto de 2013

PALABRAS CONFISCADAS: PATRIA Y SOCIALISMO


La patria suele designar la tierra natal o adoptiva a la que un individuo se siente ligado por vínculos de diversa índole, como afectivos, culturales o históricos. Se denomina patriotismo, al pensamiento o sentimiento que vincula a un individuo con su patria. También se llama patria, a la tierra natal de los padres de una persona, a la cual se siente ligado afectivamente sin necesariamente haber nacido en ella. El significado suele estar unido a connotaciones políticas o ideológicas, y por ello es objeto de diversas interpretaciones así como de uso propagandístico
(Wikipedia)

Hubo épocas, por ejemplo, en las cuales la palabra socialismo fue, para generaciones enteras de humillados y oprimidos, el sinónimo magnético de un mundo más justo, y por los ideales que se expresaban mediante esa palabra, los hombres ofrendaron largos años de su vida e incluso la vida misma. Yo no sé cómo son las cosas en vuestro país, pero en mi patria, esta misma palabra - es decir, la palabra socialismo - hace ya mucho que se ha convertido en una cachiporra de uso corriente, con la cual cualquier burócrata enriquecido y descreído da en las espaldas de sus conciudadanos que piensan libremente, llamándolos «enemigos del socialismo» y «fuerzas antisocialistas»
Václav Havel

I.

Las palabras patria y socialismo han sido confiscadas en Venezuela. Su significado se ha retorcido hasta transformarlas paulatinamente en malas palabras. Y el patriotismo, el sentimiento patriótico, se está utilizando como herramienta para la manipulación y justificación de cualquier abuso. Pero ése ha sido el mecanismo de las tiranías desde tiempos inmemoriales, lo que sucede es que ese mecanismo no es tan patente sino cuando uno se encuentra sumido en el lodazal de la propaganda.

II.

Empezaron por establecer la dicotomía patria socialista o muerte (que fue modificada en diversas ocasiones, por el deseo de establecer una adecuada formulación semántica) Cuando la enfermedad tan fatal tocó a las puertas del comandante eterno, creyeron que era la consecuencia de una invocación mal hecha y cambiaron a viviremos o venceremos, pero siempre dentro de la elipsis del concepto patria. Como la muerte los alcanzó, viraron a Ch vive, la lucha sigue. Y de allí a la banalización total, producto, dicen, del intelecto de Elías Jaua: patria o papel tualé.

De pronto, la patria se ha convertido en una moneda de intercambio más útil que la harina de maíz, el papel sanitario, la leche o el azúcar, por citar algunos de los rubros que más escasean en los anaqueles. Cada día, bombardean al individuo con situaciones patrióticas: la Campaña Admirable, el Juramento en el Monte Sacro, y la imagen metamorfoseada de un Simón Bolívar que se mezcla con el perfil del comandante eterno. A medida que pasan los días de un período infelizmente ineficiente, la necesidad de reafirmar la semántica oficialista de patria se hace más perentoria.

Pero también, consecuencia del descontento con las circunstancias, el concepto se vuelve cada vez más insignificante: se va devaluando, al punto de que, ante cualquier situación negativa de la sociedad: la violencia delincuencial desatada, la frustración por no encontrar divisas para suplir las necesidades más inocentes, el absurdo de ver cómo el gobierno combate la corrupción mientras en sus entrañas todo se va corrompiendo, ante cualquier situación negativa, uno dice pero tenemos patria… (paaaatriaaaa, siguiendo la entonación que le daba el difunto)

José Martí dijo alguna vez que la patria es dicha, dolor y cielo de todos y no feudo ni capellanía de nadie. Lamentablemente, los tiranos han utilizado este amor básico de los seres humanos por su raíz y pertenencia como una justificación de los abusos. Y cuando el Estado adopta el sentido y las connotaciones de patria como sinónimo de gobierno, es porque quienes ejercen las potestades se apertrechan de justificaciones para avasallar al pueblo. Una derivación del concepto patria es el patriotismo. Pero cuando se usa como palanca para apoyar el poder político, es una forma del despotismo y una violación de los derechos humanos.

Por otra parte, está la desviación perversa de ese concepto. Recientemente, se publicaron en las redes unas fotografías que muestran una fiesta sensual que dieron en las instalaciones de la “Aviación Bolivariana”: las damiselas invitadas posaban en poses sugerentes, con fondos de retratos de Bolívar, Miranda. Y de aviones militares.

http://diloquequierasycuandoquieras.blogspot.com/2010/02/fotos-de-la-fiesta-sensual-los.html

III.

El otro concepto devaluado y confiscado es el de socialismo. Hace cuarenta, cincuenta años, ser de izquierda, con las significaciones de socialista o comunista, según el grado de compromiso, era ser una persona que aborrecía la dominación, la arbitrariedad, la explotación de los seres humanos. Era ser partícipe de un grupo de constructores sociales que buscaba una mayor democracia, igualdad de oportunidades en la sociedad, una vida más digna, una mayor justicia, y, en fin, la mayor suma de felicidad para todos. Por esas razones y esas nociones, tenazmente arraigadas, uno fue capaz de comprometer la vida y las posibilidades de superavance económico y social, permaneciendo fiel a los principios más puros e idealistas. Pero he aquí que fueron tomadas por hordas de bárbaros resentidos y transmutadas en una vía de dominación.

Pensar en socialismo en la actualidad y en este país es pensar en un abuso continuado. Re-citando a Havel, … hace ya mucho que (el socialismo) se ha convertido en una cachiporra de uso corriente, con la cual cualquier burócrata enriquecido y descreído da en las espaldas de sus conciudadanos que piensan libremente, llamándolos «enemigos del socialismo» y «fuerzas antisocialistas».

Al principio, para muchos resultaron incomprensibles los desbalances entre la teoría y la práctica. Quizá obviaban por buena voluntad esos desniveles, achacándoselos a la falta de un piso ideológico en el liderazgo y no a la siembra de una manada de corruptos en las esferas del Poder. Y, paulatinamente, a medida que las esperanzas y expectativas se han diluido en el charco de la realidad, han preferido apartarse humildemente, conservando quizá un resquicio de fé.

Lo cierto es que cada vez es más evidente que el socialismo es un fracaso allí donde la condición humana conserva sus tendencias tenebrosas de usar el poder como una forma de enriquecimiento personal, de corrupción y de dominación. Y, aceptemos la realidad: en este país no hay ni siquiera un sentido político y económico que sea socialista. Lo que hay es un Estado corrompido, un sojuzgamiento de los Poderes todos. Con un agravante: antes, respondían a un solo hombre, el comandante eterno, y ahora, cuando la muerte lo retiró del escenario real, los Poderes están sojuzgados por grupos cuyos intereses personales lucen en rebatiña.

En cuanto a la palabra socialista, como otras similares: poder popular, comunas, colectivos, son ya referencias que sirven para humillar, ultrajar y oprimir a todo aquel que no se postre ante los gobernantes. La imagen de Mugabe se dibuja sobre estas líneas: Mugabe es el objetivo final de las metamorfosis del socialismo. Y hacia allí pudiéramos estar yendo.


Milagros Mata Gil
@milagrosmatagil
16 de Agosto de 2013


miércoles, 7 de agosto de 2013

DEL POPULISMO AL GANGSTERISMO, POR FERNANDO MIRES



http://prodavinci.com/blogs/del-populismo-al-gangsterismo-por-fernando-mires/?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+Prodavinci+%28Prodavinci%29

Muchos, quizás demasiados son los textos que ilustran acerca del populismo. No obstante la mayoría solo se refiere al fenómeno de ascenso y auge. No conozco estudios relativos al momento del descenso populista, omisión extraña pues desde el punto de vista político el declive de una forma de dominación, en este caso la populista, es por lo menos tan relevante como su ascenso.

Lo dicho adquiere importancia si tomamos en cuenta que en América Latina estamos presenciando el ocaso de un sistema populista de dominación, me refiero al chavismo venezolano, el que sin duda será puesto al lado del peronismo como uno de los modelos populistas más paradigmáticos habidos en el continente.

El chavismo como “modelo de populismo” ya es, por lo demás, objeto de estudio y análisis en diversos institutos de Ciencias Políticas. Sobre ese tema han sido escritos ensayos, ponencias, y -he podido comprobar- doctorados.

Si el chavismo vino para quedarse, como dicen sus apologistas, no fue para hacerlo en el poder sino en los léxicos de politología. Ahí será analizado como un modelo más en una extensa galería en donde figuran, amén del peronismo, otros tipos de dominación como el cesarismo, el bonapartismo, el nasserismo, el fascismo, y muchos más.

No será por supuesto en estas líneas donde se analizará el fenómeno de descenso del populismo. Sólo será destacada una sus características y es la siguiente: cuando el populismo entra a su fase de declive asoman con nitidez rasgos delictivos los que siendo consustanciales al fenómeno, se convierten en dominantes. O dicho en tesis: El gangsterismo político es signo de que el populismo ha entrado a su fase terminal la que, como ocurre con algunas enfermedades agónicas, también podría ser duradera.

Nótese que hablamos de gangsterismo político y no de gangsterismo a secas. A diferencias del segundo que es una actividad delictiva y organizada destinada a apropiarse de bienes y dinero por medios coercitivos, el gangsterismo político tiene como objetivo el -valga la redundancia- “apoderamiento del poder” por parte de diferentes bandas (gangs), aunque también mediante la recurrencia a medios ilícitos. Es precisamente lo que estamos observando en la Venezuela de Nicolás Maduro, lugar en donde los desacatos a la Constitución de parte del gobierno ya no son la excepción sino la regla.

Ya no es un misterio: Cuando el gobierno venezolano intenta conseguir un objetivo, viola la Constitución sin ningún reparo. Controlado a su antojo el poder judicial y el parlamentario, la ley juega un rol secundario. En ese sentido el gobierno de Maduro no se diferencia de ninguna dictadura.

El allanamiento anti-constitucional de la inmunidad parlamentaria al diputado Richard Mardo es solo un pequeño eslabón en una larga cadena de violaciones a la Constitución. Como escribió Teodoro Petkoff, Venezuela vive un abierto proceso de des-constitucionalización.

¿Dónde está la novedad? -dirán algunos- ¿No violan la constitución otros gobiernos? Por supuesto, muchos lo hacen. También en Europa. Los casos de enriquecimiento ilícito, malversaciones y estafas llevados a cabo por políticos en España, Grecia e Italia, llenan páginas de periódicos. Berlusconi, sólo para poner un ejemplo, podría dar clases en materia de corrupción y otras actividades ilícitas que lo han llevado a la fama. Luego, la diferencia con el gobierno de Venezuela es otra.

Mientras en los casos mencionados los políticos violan a la Constitución para obtener algún provecho extra-político, el gobierno de Venezuela lo hace con el objetivo explícito de destruir a la oposición. O dicho de otro modo: el gangsterismo de los políticos europeos persigue objetivos no políticos. El del gobierno venezolano -independientemente a que también ha llevado al enriquecimiento ilícito de muchos de sus personeros- persigue objetivos predominantemente políticos.

Como se puede advertir, quien escribe estas líneas está lejos de idealizar a la política. Pero eso no significa condenarla. La política es actividad humana y por lo mismo radicalmente imperfecta y en no pocos casos, gangsteril. No solo en Venezuela, en cualquier lugar del mundo, fracciones políticas (gangs) usan procedimientos delincuenciales, y si se trata de derribar a un adversario recurren a medios reñidos con la legalidad. Baste pensar acerca del éxito que obtuvo en toda Europa la muy política teleserie danesa titulada “Borgen”. Ese formidable filme reveló, mejor que cualquier libro, como incluso en la super civilizada Dinamarca, la política suele oler a podrido.

La política es lucha por el poder y, como ocurre en el fútbol, sin un árbitro situado por sobre el juego, ésta volvería a su condición originaria, que no es otra sino la guerra, cuya fase inferior es la guerra de todos contra todos. Pues bien: En Venezuela ya no hay ningún árbitro por sobre la política. Esa es la diferencia.

Todos los medios de lucha están en Venezuela permitidos para el gobierno, y ninguno para la oposición. Eso quiere decir que bajo Maduro la política ha vuelto a su condición primaria: a la del imperio de la fuerza bruta. Y no lo digo solamente por la emboscada hecha a los diputados de la oposición en el parlamento, cuando fueron salvajemente golpeados por matones del oficialismo, ante la risa siniestra del jefe: Diosdado Cabello. Las fotos han dado la vuelta al mundo. Pero esa, en toda su brutalidad, no fue más que leve muestra del gangsterismo político imperante, o si se prefiere, una de sus tantas consecuencias.

¿Dónde está la novedad? -volverá a preguntar algún lector. ¿No fue ese el estilo de gobierno que impuso el anterior presidente del cual Maduro no es más que un simple seguidor?

Hay una diferencia; y es muy decisiva.

La delictividad del occiso, aunque existía, no era método principal de gobierno. Por supuesto, también en su largo periodo fue violada la Constitución, pero -es lo que no ocurre con Maduro- todas las violaciones estaban subsumidas a un indiscutible principio, a uno del que Maduro carece. Es el principio de la legitimidad. O mejor dicho: el gobierno anterior a Maduro si no procedía de acuerdo a la legalidad, sí lo hacía de acuerdo a una legitimidad asegurada por una mayoría electoral que pocos ponían en discusión. He de explicarlo.

Fue el jurista alemán Carl Schmitt quien reivindicando a Hobbes subrayó la tesis de que no es la legitimidad la que procede de la legalidad sino la legalidad de la legitimidad. De ahí que, a diferencias del derecho público, regido por el principio de la legalidad, el derecho político es, según Schmitt, regido por el de la legitimidad. Luego, de acuerdo a Schmitt, hay gobiernos legales sin legitimidad y hay gobiernos legítimos sin legalidad.

Ahora, siguiendo la tesis de uno de los teóricos simpatizantes del chavismo, el post-peronista y también “schmittiano” Ernesto Laclau, la razón del populismo -elevada por Laclau a razón de la política- al devenir de una articulación de demandas disímiles en torno a una entidad simbólica (Mussolini, Perón, Chávez) se rige por el principio de legitimidad y no por el de legalidad. Se trata, siguiendo a Schmitt y Laclau, de una legitimidad otorgada por las grandes masas y no por los textos constitucionales.

En ese sentido Chávez era fiel a su legitimidad, pues la legitimidad chavista precedía y a la vez estaba “por sobre” cualquier principio constitucional. Motivo que explica por qué Chávez era un gobernante esencialmente plebiscitario.

Chávez necesitaba, en efecto, renovar cada cierto tiempo el contrato legitimatorio establecido con “su” pueblo, algo que jamás entendió Fidel Castro, según palabras de Mario Silva. Ahora bien, de acuerdo a Schmitt -enemigo a muerte del parlamentarismo- la legitimidad política al poner al líder en directo contacto con su pueblo, será siempre plebiscitaria. De ahí que las violaciones a la Constitución realizadas por Chávez eran ilegales, pero a la vez, desde el punto de vista de la razón populista, eran legítimas.

Dichas violaciones estaban avaladas por una gran mayoría dispuesta a conceder todo el poder a una persona, comprobándose una vez más el díctum de que no puede haber populismo sin líder populista.

El chavismo “era” Chávez, escribió Teodoro Petkoff. Con ello quería decir, el chavismo “no es” Maduro. En términos más sofisticados eso significa que sin una gran mayoría electoral o plebiscitaria no rige ningún principio de legitimidad.

Maduro es un presidente que no cuenta con una mayoría electoral aplastante. Más todavía, si aceptamos los resultados publicados por institutos de investigación política, ya se encuentra en abierta minoría. Si hubiera mañana elecciones entre Maduro y Capriles -concuerdan todos- ganaría Capriles con amplísima mayoría. Luego, Maduro, no puede, aunque lo quiera, ser un presidente populista. Para eso le falta mayoría; le falta popularidad; le falta populismo; y por si fuera poco, le falta eso que no se compra en las farmacias: le falta clase.


Con Maduro -es lo importante- ha terminado, y me atrevo a decir, para siempre, no el chavismo como ideología, pero sí el chavismo como fenómeno populista. El mismo Maduro ha enterrado al populismo. Por lo mismo Maduro no puede recabar para sí el principio de legitimidad que monopolizaba Chávez. Esa es también la razón por la cual sus reiteradas violaciones constitucionales al no estar avaladas por ningún principio legitimatorio, por ninguna mayoría aplastante, ni siquiera por masas enfervorizadas, aparecen hoy como lo que son: simples hechos ilegales, actos delictivos cometidos por las “gangs” políticas que lo secundan.

El populismo venezolano ya ha entrado -como ocurrió con el peronismo en los aciagos días de Isabel Perón y su ministro López Rega, o como ocurrió en los últimos días políticos de Fujimori y su ministro Montesinos- a su fase delictiva de vida. El gangsterismo, se comprueba una vez más, es la última fase del populismo.

Para ser más claro: la ilegitimidad populista de Maduro no proviene sólo del hecho de que desde su origen su administración ha estado marcada por el signo de la ilegitimidad. Por cierto, fue ilegítimo su nombramiento por sucesión, pues la sucesión no figura en ninguna Constitución que no sea monárquica. Fue ilegítimo (e ilegal) su nombramiento como presidente provisional, pues ese cargo correspondía ser asumido por el presidente de la Asamblea. Fue por último ilegítima su negativa a realizar un recuento de la votación del 14 de Abril. Triple ilegitimidad que arrastra como una pesada piedra colgada a su grueso cuello.

Pero, además de una ilegitimidad tanto de origen como de forma, hay otra razón que permite hablar de gangsterismo político en Venezuela. Me refiero a los medios que usan tanto el presidente como quienes lo rodean para obtener poder fáctico, aunque sea en contra de los principios de legitimidad y legalidad a la vez. Nombremos algunos.

1- El lenguaje brutal a que es sometida diariamente la oposición. Por cierto, Chávez también incurría en desproporcionadas descalificaciones en contra de sus adversarios y muy lejos se está aquí de idealizarlo. Pero Maduro lo ha superado. Su lenguaje político, a diferencia de el de Chávez, es pobrísimo, pero a la vez más insultante. Dudo de que exista un presidente en el mundo que use un lenguaje tan pobre y a la vez tan procaz como el que usa Maduro. Para Maduro, por ejemplo, todo quien se le opone es fascista. Ese es, por lo demás, un procedimiento fascista. Infamar al adversario llamándolos rata como hacía Hitler, malayaerba como hacía Pinochet, gusano como hacía Castro, fascista como hace Maduro, es un medio que busca su eliminación gramática. Y ya lo sabemos: entre la eliminación gramática y la física, hay un corto paso. Eso es simple gangsterismo.

2.- El uso de la mentira sistemática como método de acción política. No deja de llamar la atención que todas las numerosísimas mentiras elaboradas por Maduro buscan atraer la atención pública hacia temas que el presidente no se atreve a enfrentar ante sus propias huestes. Por ejemplo, cada vez que asoma un proyecto de devaluación monetaria o de regulación financiera, o simplemente de corrección de los desastres heredados de Chávez y Giordani, Maduro inventa un magnicidio. Eso es simple gangsterismo.

Confieso que hasta el autor de estas líneas creyó en un momento que Maduro había heredado el mal paranoico. Pero no. De lo que se trata, en el mejor sentido “goebbeliano” del término, es desviar la atención pública hacia un clima de supuesta guerra de acuerdo al cual fuerzas siniestras, colombianas o norteamericanas, quieren acabar con la vida del mandatario. Pero la mayoría de los venezolanos ya lo sabe: cada vez que el presidente ordene una medida impopular, se sentirá “amenazado de muerte”. Eso es simple gangsterismo.

3.- La coerción y el chantaje. Imagino a Maduro dialogando con sus íntimos: ¿A quién hay que eliminar políticamente antes que a Capriles? Leopoldo es todavía popular. Corina se defiende bien. Henri es muy querido en Lara. Empecemos entonces con Mardo, algo más vulnerable. Llama entonces tú a Luisa (Ortega), que ella se encargue del trámite, nosotros lo metemos preso, y después, si la oposición no es muy fuerte, seguimos con los demás. Eso es simple gangsterismo.

4. El uso de la violencia programada. Cada vez que la oposición salga a las calles, lancemos a los nuestros a la calle aún a riesgo de que muchos mueran en un enfrentamiento. Para eso tenemos a los motorizados, a los desesperados de “La Piedrita”, tupamaros , y no por ultimo, a nuestros “batallones obreros”. Después, los caídos, se los endilgamos al “fascista” Capriles. Eso es jugar con la sangre de los otros. Eso es simple gangsterismo.

5. El amedrentamiento. Cada vez que un opositor alce demasiado la voz, díganle: “Lo vamos a investigar”. A sabiendas que aún el mejor entre los mejores tiene sus legítimos secretos ese “lo vamos a investigar” cumple una función psico-estratégica. Y bien, si no se amedrenta, lo investigamos, le incrustamos micrófonos en su residencia y le adjudicamos lo que se nos venga en gana. Para eso está Luisa. Después lo metemos preso. Eso es simple gangsterismo

Lo que no saben Maduro y los suyos es que tales procedimientos están generando en Venezuela una creciente ola de protesta ciudadana. No saben que la oposición democrática incluirá en las próximas elecciones municipales -además de los justos reclamos sociales- el tema de la defensa de la Constitución y de los derechos ciudadanos. Tampoco saben que en el curso de la historia ha habido regímenes que han perdido la legitimidad y han subsistido gracias a la legalidad. O que ha habido regímenes que han perdido la legalidad pero han subsistido gracias a su legitimidad. Y quizás tampoco saben que los gobiernos que han perdido la legitimidad y la legalidad a la vez, están condenados a perecer. Y si lo saben, el momento es muy peligroso para Venezuela.

Baste decir que mientras para el chavismo de Chávez las elecciones eran un procedimiento necesario para la acumulación de poder, para el chavismo de Maduro las elecciones serán, ya se está viendo, un obstáculo para mantenerse en el poder.

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