DAKA, EL ROSTRO DE LA MISERIA
http://golcarr.wordpress.com/2013/11/11/daka-el-rostro-de-la-miseria-humana/
Lo de Daka no se me sale de la cabeza. Es como una idea fija. Como una obsesión. No puedo evitar pensar en esas caras de alegría de la gente saliendo con cajas que no podía ni cargar, en los vidrios desplomándose ante la arremetida de la poblada, en Nicolás diciendo en cadena “¡Que no quede nada en los anaqueles!”.
Daka removió cosas dentro de mí, hizo que, una vez más, me pregunte ¿De qué materia está hecho el venezolano? ¿Siempre hemos sido así o los últimos 15 años nos han tranformado?
Veía los videos y no podía dejar de pensar en la Bobulina, en esa terrible escena de Zorba, El Griego, en la que mientras la mujer agoniza en su lecho de muerte, las viejas arpías entran a todos los rincones a saquear cualquier trapo, cualquier adorno, cualquier baratija. Nadie se preocupa por la moribunda, todos están poseídos por la avaricia.
Como cuando, hace pocos meses, el hombre del camión de cervezas agonizaba en su vehículo volcado mientras la gente solo se afanaba por recoger botellas como botín. Nadie le dio atención, a nadie le importó su vida. Lo único que contaba era el momento de rebatiña.
Pero eso no es lo peor. Lo que me retumba en la cabeza es las explicaciones que he leído de algunos, bien para acometer el saqueo, o bien para justificarlo.
Dicen esos: “Eso fue pactado con los dueños”. “Bien hecho que los saqueen porque esos carajos son chavistas”. “A ellos los saquearon como ellos saquearon el bolsillo de la gente con su usura”. “Ellos recibían dolar Cadivi y ponían los precios a dolar paralelo”. “El dueño de Daka es Diosdado Cabello, bien hecho que lo saqueen”…
Leía y pensaba en Franklin Brito. En ese hombre que murió de inanición reclamando justicia sin que el país se inmutara. Venezuela contempló como un hombre de más de un metro ochenta de estatura y mas de 100 kilos se convertía en un saco de huesos cubiertos por la piel venezuela8como quien ve una película animada de Tim Burton. Tal vez, la película remueva más sentimientos en los venezolanos que la visión de un hombre que ante sus ojos se convertía en un remedo de ser humano. Todo después de haberse amputado un dedo y haber tratado por diferentes medios de ser oído, de tener acceso a la justicia, que su reclamo fuera escuchado.
Cuando Franklin Brito hacía su huelga de hambre, algunos amigos decidieron no hacer nada para apoyarlo porque “eso se lo había buscado él”.
Unos decían que no iban a meterse en eso porque todo obedecía a un problema de faldas. Supuestamente, Brito se había metido con la mujer de alguien del gobierno y éste le estaba pasando factura.
Otros sostenían que no moverían un dedo por el agricultor porque él se había robado parte de esas tierras, había corrido los estantillos unos metros apropiándose de una gran extensión de terreno que no le pertenecía.
En fin, en el caso de Franklin Brito, como en el de Daka, todos parecían tener una razón para no actuar. Para no pronunciarse. Para no pedir justicia. Para justificar la falta de solidaridad.
Nadie parece ponerse a pensar que los que nos pronunciamos en ambos casos, como en muchos otros, no estábamos ni estamos defendiendo a una persona. No se trata de “los dueños de Daka”, -que a lo mejor es cierto que viven en Panamá felices o, seguramente tienen seguros que les pagarán sus pérdidas- ni se trataba de Franklin Brito, el posible ladrón de tierras. Se trata de JUSTICIA.
Se trata de que hay un sistema legal y de justicia al que los ciudadanos deberíamos sentirnos con el derecho y el deber de acudir cuando sintamos que nuestros derechos están siendo venezuela5conculcados y que ese sistema debería prestarnos oídos y darnos una justa y satisfactoria respuesta. Se trata de que las sociedades tienen un estamento jurídico al que se debería acudir para dirimir los conflictos.
Si los dueños de Daka cometieron un delito, quienes los acusan están obligados a demostrar por la vía legal y de la justicia que ésto fue así. Si Franklin Brito reclamaba justicia, el Estado debió atender su reclamo y darle un tratamiento justo. En ambos casos debería prevalecer la presunción de inocencia hasta que quienes acusan demuestren la culpabilidad.
Lo que no se puede permitir sin inmutarse, sin levantar un dedo, sin hacer escuchar aunque sea una voz de protesta, es que Franklin Brito muriera de inanición esperando por la justicia, ni que una poblada enardecida salga, al grito de “¡Que no quede nada en los anaqueles!”, a derrumbar vidrios, saquear y llevarse hasta los puntos de venta. Y menos aún podemos ser indiferentes ante imágenes y videos de miembros de la policía y la Guardia Nacional participando de esos saqueos.
Es allí donde el gentilicio duele, donde yo siento que el 8.036.631, ese numerito que acompaña mi cédula de identidad de ciudadano venezolano, comienza a desvanecerse. Es en el momento venezuela3cuando veo gente robando alegre un televisor plasma de un tamaño que posiblemente ni cabrá en su casa, cuando veo que la ley que impera es la del más fuerte y el más arrecho, es entonces cuando el pasaporte quiere convertirse en una visa y en un papelito de residente de cualquier país donde me den las más básicas y mínimas garantías de que, al momento de requerir justicia y legalidad, el Estado estará en capacidad de darme a mí y darle a todos los ciudadanos esa justicia y esa legalidad.
Mientras escribo esto, me asomo a la calle y me invade la tristeza, la desesperanza. Unas inmensas ganas de llorar me nublan las pupilas. A pocos pasos de donde me encuentro, hay una cola de gente esperando para cargar con lo que pueda en una tienda de electrodomésticos venezuela6de un amigo. Como zamuros ante la carroña se acumulan a la puerte de Mega Hogar.
Una amiga me cuenta que parece que ya acabaron con Imgeve. Que, supuestamente, la Guardia Nacional terminó poniendo la mercancía en la calle para que la poblada se la llevara. No sé que tan cierto sea, pero las ganas de llorar no pasan. Un señor comenta que en Los Plantaneros saquearon un local de repuestos de automóviles y mi gentilicio, una vez más, sufre un desvanecimiento.
Mis interrogantes sobre la naturaleza ética y moral del venezolano, me abruman. Hacen que me duela la cabeza. El nudo en el estómago es una punzada en la nacionalidad. Creo que nunca terminaré de comprender cuáles son los sentimientos que mueven a mis compatriotas. No sé qué hace que todo termine siendo una exhibición de las miserias humanas. Venezuela es una inmensa e indefensa Bobulina. Las arpías acechan. Esperan una mínima señal.
No conozco a los venezolanos. Desconozco lo que nos mueve. Pero tengo la certeza de que el régimen sí nos conoce al militmetro. Sabe cuáles teclas tocar para que emanen nuestras miserias. Y lo hace cuando más le conviene.
Hay gente que piensa que el régimen quiere generar violencia y caos para suspender las elecciones. Yo creo que no se llegará a la violencia descontrolada. Todo es medido y calculado. Los policías y la Guardia Nacional se encargan de eso. Para suspender elecciones solo les venezuela7bastaría una llamada, una orden al CNE.
Lo que quieren es garantizarse el voto de esos que hoy saquean a mansalva. Quieren hacerles creer que el régimen los cuida y protege. Parece que para estas elecciones, la caja chica de Pdvsa ya no alcanza para ir con cheques en blanco a comprar electrodomésticos y llevárselos a la gente para comprarles el voto. No hay dinero. La forma de darles eso, a lo que los tienen acostumbrados a cambio de su voto, es mandarlos a saquear.
Al final, estoy más convencido que nunca que no se trata de Daka, ni de Brito. Se trata de mí. De ti. De nosotros. ¿A quién acudiremos cuando nos toque el turno? ¿A quién, cuando vengan por nosotros? ¿A quién acudirás cuando vengan por ti?
Lloro…
La palabra en libertad
Pero no tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios y no de nosotros. Que estamos atribulados en todo, mas no angustiados. En apuros, mas no desesperados. Perseguidos, mas no desamparados. Derribados, mas jamás destruidos.
martes, 12 de noviembre de 2013
martes, 22 de octubre de 2013
¿GOLPE MILITAR EN VENEZUELA?, POR FERNANDO MIRES
En Venezuela hay excelentes analistas políticos. Pero a ninguno sigo con tanto interés como a Teodoro Petkoff. Lo ameritan una larguísima experiencia, una probada sensibilidad política, y por cierto, un alto nivel de información. Por eso leí con suma preocupación su Editorial en Tal Cual del 17 de Octubre de 2013 titulado “Manu Militari” en el cual afirma que el ejército, mediante la fundación de CESPPA (Centro de Seguridad y Protección a la Patria) se ha situado definitivamente por sobre el gobierno mediante un “golpe frío”.
Gracias a CESPPA ha quedado claro que la política de Venezuela enfrenta un problema muy serio. Quizás el más serio de los últimos quince años.
CESPPA es un organismo militar anticonstitucional que pone bajo su tutela los ministerios del Interior, Justicia y Paz; de Relaciones Exteriores y de Defensa. Más todavía. Una junta militar decidirá cuanto y cuando deberá ser informada la opinión pública. Y por si fuera poco, CESPPA determinará acerca de cuales informaciones deberán ser entregadas al propio Presidente de la República.
En otras palabras, CESPPA es un “poder sobre el poder”, una instancia supraestatal situada sobre el Ejecutivo. Su cometido no es otro sino subordinar el poder político al militar. Razón por la cual deduce Petkoff: “El Presidente está literalmente en manos del CESPPA. Y con él todos nosotros, los venezolanos”.
Si el consumado por el CESPPA es un golpe, se trataría entonces de uno de los más refinados de América Latina, tierra de golpes y golpistas.
Lejos están los tiempos en que los militares bombardeaban palacios gubernamentales, llenaban de prisioneros los estadios, abrían campos de concentración y establecían centros de tortura. Hoy en cambio ha sido creado en Venezuela un gobierno militar situado por sobre las instituciones públicas, incluyendo la propia presidencia de la república.
CESPPA ha asumido el poder real reduciendo al gobierno a instancia puramente formal. En lugar de la “dictadura del proletariado” ha sido instaurada la “dictadura del militariado”. Como en Irán, en donde el gobierno civil se encuentra bajo las instituciones religiosas, el de Venezuela -caso peor- ya se encuentra bajo las instituciones militares. CESPPA ha convertido el Estado político en un Estado militar. Eso quiere decir simplemente que la verdadera ley habilitante reside en manos de CESPPA. O lo que es igual, frente a CESPPA Maduro es un simple inhabilitado.
Por supuesto, el de Chávez también era un gobierno militar. La mayoría de los puestos decisivos estaba en manos militares. La ideología de gobierno era militarista y no política. El lenguaje de Chávez, aunque no tanto como el de Maduro, era un lenguaje militar. Chávez mismo era militar. Pero no sólo era eso.
El gobierno de Chávez era, además, un gobierno popular.
La legitimidad de Chávez no provenía de las armas sino de las masas que lo apoyaban. No es el caso del gobierno de Maduro.
Con Maduro cambió definitivamente el carácter del gobierno chavista. En lugar de ser el del primero un gobierno populista militar paso a ser simplemente un gobierno militar; así, a secas. Del antiguo populismo solo quedan frases sueltas, paganas ceremonias mortuorias, ritos patrioteros, falsos remedos, y muy poco más.
Maduro tenía con la exigua y dudosa mayoría que alcanzó el 14A dos posibilidades. La primera, concertar un dialogo, si no con toda la oposición, por lo menos con parte de ella. La segunda, seguir los llamados del sector más radical del chavismo. Evidentemente intentó sin éxito la primera al establecer contacto con Lorenzo Mendoza, este último en representación informal de fracciones del empresariado venezolano. Con el nombramiento del pragmático Merentes en contra del fundamentalista Giordani, Maduro pareció, además, inclinarse por soluciones destinadas a controlar la crisis económica desatada por Chávez. Pero de modo paralelo Maduro trataba de contentar al núcleo duro del chavismo, embruteciendo al máximo su ya, de por sí, brutal lenguaje. De esta manera Maduro cerró las posibilidades de dialogo. Víctima de sus vacilaciones no fue capaz de iniciar un “gran viraje”. ¿Le faltaron fuerzas, personalidad o simplemente agallas? A estas alturas, el tema ya no tiene importancia.
De nada servirá a Maduro después de la toma del poder de CESPPA, con una habilitante corruptamente adquirida, controlar a un parlamento que de hecho controlaba. De nada le servirá tampoco “meter preso” a Capriles, o a López o a quien sea, con el objetivo de provocar una rebelión popular y dar paso definitivo a una intervención militar, posponiendo las elecciones del 8D que tanto lo amenazan. Suceda lo uno o lo otro, Maduro solo será un simple mayordomo del palacio militar. Si es que ya no lo es. Eso bastará sin duda para que Insulza y otros invertebrados de la OEA apoyen al nuevo gobierno militar venezolano.
Afortunadamente la mayoría de la oposición democrática venezolana ya ha advertido el peligro. Henrique Capriles ha reiterado continuamente su oposición a todo golpe de estado, venga de donde venga. ¿Será esa la razón por la cual Cabello quiere “meterlo preso”? Todo así lo indica.
http://prodavinci.com/2013/10/20/actualidad/golpe-militar-en-venezuela-por-fernando-mires/
Transformar las elecciones del 8D en rebelión democrática y popular sin que dejen de ser elecciones, es el difícil camino emprendido por la MUD y Capriles. ¿Lo lograrán? Algunos candidatos ya están llamando, en buena hora, a detener al golpismo a través de la campaña electoral. Es sin duda la tarea más importante del momento. Mucho más, por supuesto, que discutir sobre la nacionalidad de Maduro.
Queda todavía la esperanza de que chavistas opuestos a una salida militar —si es que los hay— hagan oír alguna vez su voz y establezcan en ese punto —solo en ese punto— una convergencia mínima con sectores de la oposición democrática, una destinada a cerrar el paso al golpismo, sea antes o después del 8D. Después de todo, quienes estuvieron en el 2002 en contra del “carmonazo” no tienen ninguna razón, ni moral, ni lógica, y mucho menos política, para estar en el 2013 a favor del “cabellazo”, del “madurazo”, o simplemente de un mero “cuartelazo”.
Gracias a CESPPA ha quedado claro que la política de Venezuela enfrenta un problema muy serio. Quizás el más serio de los últimos quince años.
CESPPA es un organismo militar anticonstitucional que pone bajo su tutela los ministerios del Interior, Justicia y Paz; de Relaciones Exteriores y de Defensa. Más todavía. Una junta militar decidirá cuanto y cuando deberá ser informada la opinión pública. Y por si fuera poco, CESPPA determinará acerca de cuales informaciones deberán ser entregadas al propio Presidente de la República.
En otras palabras, CESPPA es un “poder sobre el poder”, una instancia supraestatal situada sobre el Ejecutivo. Su cometido no es otro sino subordinar el poder político al militar. Razón por la cual deduce Petkoff: “El Presidente está literalmente en manos del CESPPA. Y con él todos nosotros, los venezolanos”.
Si el consumado por el CESPPA es un golpe, se trataría entonces de uno de los más refinados de América Latina, tierra de golpes y golpistas.
Lejos están los tiempos en que los militares bombardeaban palacios gubernamentales, llenaban de prisioneros los estadios, abrían campos de concentración y establecían centros de tortura. Hoy en cambio ha sido creado en Venezuela un gobierno militar situado por sobre las instituciones públicas, incluyendo la propia presidencia de la república.
CESPPA ha asumido el poder real reduciendo al gobierno a instancia puramente formal. En lugar de la “dictadura del proletariado” ha sido instaurada la “dictadura del militariado”. Como en Irán, en donde el gobierno civil se encuentra bajo las instituciones religiosas, el de Venezuela -caso peor- ya se encuentra bajo las instituciones militares. CESPPA ha convertido el Estado político en un Estado militar. Eso quiere decir simplemente que la verdadera ley habilitante reside en manos de CESPPA. O lo que es igual, frente a CESPPA Maduro es un simple inhabilitado.
Por supuesto, el de Chávez también era un gobierno militar. La mayoría de los puestos decisivos estaba en manos militares. La ideología de gobierno era militarista y no política. El lenguaje de Chávez, aunque no tanto como el de Maduro, era un lenguaje militar. Chávez mismo era militar. Pero no sólo era eso.
El gobierno de Chávez era, además, un gobierno popular.
La legitimidad de Chávez no provenía de las armas sino de las masas que lo apoyaban. No es el caso del gobierno de Maduro.
Con Maduro cambió definitivamente el carácter del gobierno chavista. En lugar de ser el del primero un gobierno populista militar paso a ser simplemente un gobierno militar; así, a secas. Del antiguo populismo solo quedan frases sueltas, paganas ceremonias mortuorias, ritos patrioteros, falsos remedos, y muy poco más.
Maduro tenía con la exigua y dudosa mayoría que alcanzó el 14A dos posibilidades. La primera, concertar un dialogo, si no con toda la oposición, por lo menos con parte de ella. La segunda, seguir los llamados del sector más radical del chavismo. Evidentemente intentó sin éxito la primera al establecer contacto con Lorenzo Mendoza, este último en representación informal de fracciones del empresariado venezolano. Con el nombramiento del pragmático Merentes en contra del fundamentalista Giordani, Maduro pareció, además, inclinarse por soluciones destinadas a controlar la crisis económica desatada por Chávez. Pero de modo paralelo Maduro trataba de contentar al núcleo duro del chavismo, embruteciendo al máximo su ya, de por sí, brutal lenguaje. De esta manera Maduro cerró las posibilidades de dialogo. Víctima de sus vacilaciones no fue capaz de iniciar un “gran viraje”. ¿Le faltaron fuerzas, personalidad o simplemente agallas? A estas alturas, el tema ya no tiene importancia.
De nada servirá a Maduro después de la toma del poder de CESPPA, con una habilitante corruptamente adquirida, controlar a un parlamento que de hecho controlaba. De nada le servirá tampoco “meter preso” a Capriles, o a López o a quien sea, con el objetivo de provocar una rebelión popular y dar paso definitivo a una intervención militar, posponiendo las elecciones del 8D que tanto lo amenazan. Suceda lo uno o lo otro, Maduro solo será un simple mayordomo del palacio militar. Si es que ya no lo es. Eso bastará sin duda para que Insulza y otros invertebrados de la OEA apoyen al nuevo gobierno militar venezolano.
Afortunadamente la mayoría de la oposición democrática venezolana ya ha advertido el peligro. Henrique Capriles ha reiterado continuamente su oposición a todo golpe de estado, venga de donde venga. ¿Será esa la razón por la cual Cabello quiere “meterlo preso”? Todo así lo indica.
http://prodavinci.com/2013/10/20/actualidad/golpe-militar-en-venezuela-por-fernando-mires/
Transformar las elecciones del 8D en rebelión democrática y popular sin que dejen de ser elecciones, es el difícil camino emprendido por la MUD y Capriles. ¿Lo lograrán? Algunos candidatos ya están llamando, en buena hora, a detener al golpismo a través de la campaña electoral. Es sin duda la tarea más importante del momento. Mucho más, por supuesto, que discutir sobre la nacionalidad de Maduro.
Queda todavía la esperanza de que chavistas opuestos a una salida militar —si es que los hay— hagan oír alguna vez su voz y establezcan en ese punto —solo en ese punto— una convergencia mínima con sectores de la oposición democrática, una destinada a cerrar el paso al golpismo, sea antes o después del 8D. Después de todo, quienes estuvieron en el 2002 en contra del “carmonazo” no tienen ninguna razón, ni moral, ni lógica, y mucho menos política, para estar en el 2013 a favor del “cabellazo”, del “madurazo”, o simplemente de un mero “cuartelazo”.
domingo, 20 de octubre de 2013
EL AUTOGOLPE ECONÓMICO, POR LUIS VICENTE LEÓN
http://prodavinci.com/2013/09/26/economia-y-negocios/el-autogolpe-economico-por-luis-vicente-leon/http://prodavinci.com/2013/09/26/economia-y-negocios/el-autogolpe-economico-por-luis-vicente-leon/´
El gobierno está enredado en los nudos que la misma revolución creó durante estos últimos años. Eso es obvio. Pero todo empezó a acentuarse desde octubre pasado, cuando el doctor Giordani —liberado de la presión de la campaña que Hugo Chávez acababa de ganar— decidió profundizar la Revolución, algo que se traduce específicamente en avanzar hacia un modelo económico en el cual la tasa de cambio fuera irrelevante: al ser el Estado quien genera los dólares, Giordani apostó a que también podía realizar de manera directa las importaciones de todo lo que, según ellos, el país necesitara.
Su lógica era simple: si el gobierno es el que genera el dinero, pues que sea el gobierno el que compre, importe, produzca y decida qué es lo más importante para el país y su gente. La intención era convertir al gobierno en un Dios todopoderoso, capaz de determinar las necesidades integrales de la Nación y satisfacerla con sus recursos, instruyendo además con su acción al pueblo, quienes deben aprender a comer, vestir o leer lo que el gobierno piense conveniente.
El final deseado de esa historia se parece a los libros de socialismo extremo, completamente desfasados, que Giordani ayudó a traducir del italiano para hacer honor a sus pensamientos mozos. Y no hay que ser demasiado perspicaz para entender que eso era una locura primitiva, ineficiente e insostenible. Pero, más allá de que teóricamente está claro que este modelo fracasaría, la evidencia ha sido mucho más contundente que un libro de economía moderna.
El cierre de flujos de divisas —justificado desde el gobierno como un mecanismo para reducir las importaciones superfluas y combatir la corrupción (ambas distorsiones creadas por su propio mecanismo de control cambiario y sobrevaluación inducida del tipo de cambio)— dejó también sin divisas a las empresas productivas, llámense productores locales o importadores de bienes indispensables para el abastecimiento nacional. Las vías alternativas para obtener divisas se secaron de oferta y aumentaron sus primas de riesgo por ilegalidad, con lo que el mercado negro se disparó a niveles impensables, que en este momento se ubican cercanos a nueve veces el cambio oficial. El abastecimiento de mercancías ha colapsado y la inflación se desbordó, anualizando más de 45%. Y esto, amigo lector, es todavía la punta del Iceberg.
Maduro se estrenó como presidente en el momento en que se cosechaba el huracán. Pero no el fenómeno político que representaba Chávez, sino el desastre económico que desde hace rato amenazaba con destruir todo a su paso. Sus primeras reacciones generaron cierto optimismo: sacar a Giordani del manejo directo de la Economía fue un movimiento tranquilizador, sobre todo al colocar a Merentes y con ello dar la idea de que pretendía dar un viraje en el tema. Si bien no iba a ser necesariamente moderno, al menos parecía más permeable y negociador.
Pero el optimismo duró poco. El mercado está acostumbrado a recibir de Merentes promesas de apertura y flexibilización en un discurso que sorprende por lo adecuado. Pero también se acostumbró a que esas promesas no se concreten nunca. Quizás porque el actor, a pesar de sus buenas intenciones, tiene menos poder del que se le atribuye.
La realidad es que las promesas de cambio se fueron diluyendo junto a las esperanzas del sector empresarial y económico. Y la economía de Venezuela continúa marchando sin pausa en dirección al precipicio.
Surge entonces, una vez más, un planteamiento de apertura. Maduro y Merentes anuncian un nuevo mecanismo cambiario para conjurar la crisis. El ministro lo describe como un mecanismo abierto y flexible, donde los agentes económicos harán lo que es normal en cualquier país decente: comprar dólares cuando quieran, cuantos quieran y como quieran al precio real de mercado. Fue extraño ver cómo el país se sintió emocionado porque le dijeran algo equivalente a que el gobierno finalmente les permitirá bañarse o hacer el amor cuando lo decidan y no cuando lo decida la revolución. Pero, luego de muchos días del anuncio, parece que en términos de dólares la gente se siente todavía sucia y ávida.
Las discusiones internas han sido a muerte. El debate entre radicales y pragmáticos no permite avanzar en la creación de un tercer mercado verdaderamente abierto, como había propuesto Merentes quien, por cierto, lo había pensado muy bien.
El ministro está claro con respecto a que cualquier restricción que se establezca en términos de cantidades (o de quién puede participar en ese mercado; o de cuáles sectores tendrán acceso y cuáles no) simplemente generará un grupo de excluidos que irán de cabeza a un mercado negro que explotará en un tipo de cambio y que definirá los costos de reposición de todo el país, empeorando el entuerto.
Pero el lado ideológicamente radical no cede terrenos. Piensan que abrir el mercado es reconocer una devaluación brutal del tipo de cambio en plenas elecciones. Dicen que no tiene sentido abrir ese mercado y darle libertad a un sector privado que aprovechará ese momento para sacar hasta el último bolívar que tenga preso en Venezuela. Que eso le restará poder al gobierno y lo alejará de la revolución.
Y uno, entonces, se pregunta: si Maduro está convencido, ¿por qué no termina de tomar el riesgo y le pasa por encima a los radicales?
No tengo la respuesta exacta, pero puedo intuir que hay al menos tres posibilidades. La primera, que quizás Maduro no tiene capacidad de negociación con los radicales internos y, a la vez, no puede perder su soporte político justo cuando su popularidad está rozando apenas la mitad del país (y eso no resiste divisiones, frente a una oposición que se ha mostrado potente en términos de votos totales). La segunda, es que Maduro no está seguro de que tenga sentido tomar la decisión: al darse cuenta de que pasó tanto tiempo antes de atender el problema, ve que los costos económicos y políticos son brutales y no hay forma de salir de la crisis, así que se congela ante una bola de nieve que no saben cuándo arrasará todo, pero en efecto arrasará con todo. Y, la tercera, es que estén teniendo lugar todas las anteriores.
La respuesta del organismo creado por el presidente para atender la crisis económica parece indicar que no han podido avanzar sobre lo realmente relevante. Oírlos decir que las grandes decisiones de Estado para atender una megacrisis es eximirlos temporalmente de permisos, solvencias y otras pajas burocráticas (o importar arbolitos de navidad) es algo que puede dividir los sentimientos entre arrechera y risa, esta última en el caso de que alguno sea tan insensible como para no entender que esa comiquita afectará dramáticamente tu vida.
Dedicar una cadena nacional de radio y televisión al regreso de Nicolás Maduro de su viaje a China para mostrar una planta de carros Cherry en donde se promete crear el prototipo del primer motor totalmente venezolano para competir con Alemania, Brasil y China (por cierto: una ocurrencia presidencial in situ), o anunciar que el presidente no fue a la ONU porque tenía dos provocaciones peligrosas en su contra (una decisión difícil de entender, porque la verdad hasta ahora se había ido a Nueva York precisamente por las provocaciones), o insinuar que podría haber una conspiración en Francia contra Maduro para matarlo, porque el Airbus presidencial pasó cinco meses en ese país arreglándose y después presentó una falla en el ala, son cosas que nos indican claramente que el gobierno está comprando tiempo y desviando la atención del país del centro de todas sus preocupaciones: el problema económico.
Y mientras se toman las decisiones paralelas para bajar la tensión, el cáncer económico avanza sin contemplación, la inflación adquiere niveles dramáticos, la producción se compromete, el dólar negro enloquece y la confianza de los inversionistas se pulveriza.
La posibilidad de que el gobierno haga algo en materia cambiaria y monetaria es enorme pero, lamentablemente, la crisis es tan perversa a estas alturas y las distorsiones son tan grandes que, sumadas a las intestinas pugnas internas, lo más probable es que los anuncios que veamos en breve no sean sino más pañitos calientes puestos sobre una herida mortal.
Los trapos rojos políticos fueron elementos muy utilizados por Chávez, pero sin duda con mucho más tino y creatividad. Además, con el uso excesivo toda estrategia se desgasta. En Miraflores se han ocupado de hablar de golpes políticos, sin darse cuenta de que han venido generando las condiciones propias de un autogolpe económico. La salida de esta crisis no está cerca. Y lo malo es que, mientras más demore el gobierno de Maduro en reaccionar, más alto será el costo que tendremos que pagar.
sábado, 7 de septiembre de 2013
SOBRE DIVERSIDAD Y HOMOFOBIA
La necesaria diversidad transversal
En los últimos meses en Venezuela se ha hablado mucho de tolerancia. Asimismo se han abordado temas como la homofobia (asunto por tantos años silenciado en un país machista y sexualmente hipócrita), la persecución ideológica, las libertades amenazadas, el pensamiento único. Todo esto remite a conceptos de exclusión, discriminación y racismo. Quizá estemos llegando a un punto fundamental de la discusión para un nuevo pacto social en el país.
La constitución vigente, en su preámbulo, habla de establecer una sociedad tolerante y democrática, multiétnica y pluricultural, a lo que le son inherentes la interculturalidad y el multilingüismo, pero también la libertad de credos religiosos, la pluralidad jurídica, ideológica, sociocultural y política, y, por supuesto, el respeto a la diversidad sexual. Todos estos fenómenos deben entenderse en sus más amplias acepciones e implicaciones, a pesar de que no siempre encuentran unanimidad de aceptación en los actores sociales.
Enarbolar las banderas de la libertad y del pluralismo implica un profundo respeto a la diversidad. En algunos sectores, esto se entiende solo y casi exclusivamente referido a la diversidad sociocultural; en otros, parecería inclinarse más a la libertad de pensamiento y opciones políticas. Muchas veces esas posiciones pecan por asumir lo que niegan: la falta de pluralidad y diversidad.
Un nuevo pacto social para el país pasa, necesariamente, por el respeto a la diversidad. Enarbolar las banderas del pluralismo ideológico y de la libertad económica no puede, o no debe, oponerse a la diversidad sexual ni a la sociocultural. Debe haber una consecuencia en las posiciones, sin rupturas epistemológicas. Lo contrario se acerca a la idea del autoritarismo y del fascismo, que solo se advierte cuando choca contra los intereses y las posiciones de un determinado grupo que entonces acusa al contrario de poco tolerante.
Ante las reiteradas amenazas a la disensión, no cabe menos que rebelarse y protestar pacífica y legalmente sin atropellar ni los derechos de quienes no piensan igual ni la institucionalidad legal y legítimamente constituida. Pero también, al revés, es importante insistir en que la diversidad y el pluralismo tienen muchas implicaciones: desde el pleno reconocimiento de los derechos colectivos de pueblos y colectividades, como los indígenas y las comunidades campesinas y locales, hasta el respeto y la supresión de cualquier práctica discriminatoria (legal o social) para las personas con orientaciones sexuales diferentes. Denostar a alguien por homosexual o transgénero es tan inhumano e inaceptable como perseguirlo por sus ideas políticas o su credo religioso, por el color de su piel o su identidad étnica. Hasta el papa Francisco, en el vuelo de regreso a Roma, después de asistir a las Jornadas Mundiales de la Juventud, celebradas en Río de Janeiro, admitió que no tenía la potestad para juzgar las orientaciones sexuales de las personas. La Iglesia Católica no acepta, sin embargo, algunas demandas fundamentales de los colectivos homosexuales y transgéneros, como el matrimonio entre personas del mismo sexo. Este tema, sin embargo, tiende a enredarse en la estrecha moral sexual de la Iglesia Católica, que condena toda práctica no orientada a la reproducción y asimismo pone demasiado énfasis en el celibato obligatorio del ministerio sacerdotal.
Lamentablemente, en el enrarecido clima político venezolano, se han mezclado insultos y prejuicios, y cualquier posición u orientación personal puede emplearse para insultar, perseguir y someter al escarnio público. ¿Quién estará en verdad limpio de corazón para lanzar la primera piedra?
Ojalá que quienes aplauden unas u otras de las distintas posiciones en las que se puedan advertir elementos, aparentes o implícitos, de intransigencia social y de irrespeto a la diversidad en todas sus implicaciones, o se adhieren de manera irreflexiva a ellas cuando son enarboladas directa o veladamente por personeros políticos de su simpatía, caigan en cuenta de que para construir un proyecto social de verdad sólido se debe ser consecuente con lo que se piensa, se dice, se hace y se emplea como argumentos. Tan o más importante, como lo dice la sabiduría popular, que tanto tiene que enseñarnos, es recordar y poner en práctica aquello de que no hay peor cosa que escupir hacia arriba.
Horacio Biord Castillo
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DIVERSIDAD,
HOMOFOBIA,
política nacional
TENEMOS PATRIA: DE LA PARADOJA A LA IRONÍA
Afortunamente, tenemos patria soberana. Una potencia mundial floreciente que nos legó el Comandante Eterno. Así al menos es como nos lo quiere vender esta delirante narrativa épica que es el chavismo, que insiste con sus mitos de medio pelo batallando contra los gigantes molinos de viento que habitan su imaginación calenturienta. Y todavía hay muchos (demasiados) que se lo creen.
Alfredo Sánchez
http://diariodecaracas.com/gente/ni-bolivar-ni-el-hombre-ni-dificultades
I.
El concepto de patria siempre me ha resultado elusivo. Racionalmente, entiendo que la patria es más que un lugar geográfico: es un sistema integrado de historias, tradiciones, valores y símbolos que se comparten varias personas. Fernando Aínsa, pensador y crítico literario, tiene un precioso libro, Los buscadores de la utopía, donde analiza el espacio patrio y sus manifestaciones en el pensamiento y la literatura, especialmente en la novela, destacando la ajenidad del hombre americano con respecto de su espacio patrio.
Por otro lado, Ángel Rama, especialmente en su trabajo La ciudad letrada, hace un interesante abarcamiento de la habitación, internalización, constitución y transformaciones por parte del hombre americano respecto de su espacio patrio (aunque ni Aínsa ni Rama utilizan explícitamente esta palabra) En ambos casos, el hecho de que nuestro espacio patrio nos ha sido otorgado y que hemos estado sometidos a metrópolis culturales (pero también económicas y políticas) a lo largo de la historia, nos han convertido en ocupantes que buscan las raíces. En este sentido, las historias, las tradiciones y los valores tienen mayor o menor peso según se consideren, porque los símbolos (lenguaje, religión) nos parecen ajenos.
II.
A partir de su muerte, ha habido intentos de establecer un pensamiento chavista. Hugo Chávez fue un gran retórico, en el sentido griego de la palabra. Es decir, un hombre que utilizaba su discurso, sus habilidades discursivas, para apuntalar un liderazgo tal que, reforzado por los medios masivos de comunicación del gobierno y de las posibilidades de extensión de la influencia mediante encadenamientos que forzaban a los medios de comunicación privados a retransmitir sus mensajes, arropara a la mayor parte de la población.
En este sentido, logró persuadir a una gran parte de gente, en Venezuela y en otros lugares del mundo, de que los elementos de su particular imaginario (una serie de elementos históricos, políticos y económicos bastante distorsionados, más bien sesgados) estaban configurándose en una revolución. Que tal revolución no pasara de ser un espejismo, por no decir una ficción, no quita el hecho de que muchos creyeran en su realidad. Las circunstancias post-mortem de Chávez en Venezuela: la crisis económica, el endeudamiento, el incumplimiento de las metas, la escasez y la fragilidad de un gobierno que se sustentaba de su palabra y languidece ahora, cuando no la tiene, reafirman la inexistencia de tal revolución.
Una consecuencia del discurso chavista es la reiteración de su particular concepto de patria. Pero ¿qué significa para el chavismo tener patria? En principio, hay que señalar que todo comenzó con la invención basada en la mezcla de épica libertaria independentista, así como en la manipulación de las acciones heroicas del pasado lejano (luchas indígenas y patriotas) en conjunto con las de un pasado más reciente (guerrillas de los años 60) A eso se agregó todo un discurso anti-imperialista donde el imperio fue identificado con los Estados Unidos.
A la invención se le añadió una tesis, explicación discursiva o manifestación verbal de una supuesta lucha contra esas fuerzas del imperio. Finalmente, todo esto se amalgamó en las peroratas, es decir, una serie de intervenciones dirigidas a suscitar afectos y sentimientos recurriendo a móviles éticos, provocando indignación o conmiseración, según el caso, y generando la participación popular emotiva.
Una característica del discurso chavista es que se fundamentó más en lo verosímil que en lo veraz, lo que permitió (a Chávez y sus repetidores) afirmar ciertas cosas sin aportar pruebas, sepultando las explicaciones en un montón de figuras retóricas banales pero efectivas y tonos profundamente manipuladores y demagógicos. Porque era un discurso diseñado para facilitar el recuerdo de sus puntos fuertes (patria, revolución, luchas contra el imperio, socialismo) y explotar el sentimentalismo, usando además argumentos-puñetazo de refuerzo y una reiteración masiva para generar aceptación en el público. De aquí nace el concepto de patria, vacío de reales significaciones más allá de lo que inventa.
III.
Una paradoja es una proposición en apariencia verdadera que conlleva a una contradicción lógica o a una situación que infringe el sentido común. (Wikipedia) En ese sentido, Elías Jaua construyó una paradoja cuando dijo, en pleno calor de la crisis del papel sanitario: Quieren patria o papel tualé.
Por una parte, el elemento patria, ya se ha visto basado en cuáles premisas. Por la otra, un elemento que quiso que se identificara con los enemigos de la patria: el imperio y sus huestes representados en el papel sanitario. Todo eso en medio de una constante propaganda donde la imagen y la voz del difunto nos quieren recalcar que tenemos patria, patria para siempre. Seguro que sin él estar plenamente consciente de lo que hacía, Jaua interpretó la realidad con una poderosa arma de reflexión, como es la paradoja. Sólo que el resultado no ha sido exactamente el que él esperaba. Cuando estamos en las colas de los mercados, tratando de conseguir uno de los productos básicos de la cotidianidad, cuando un apagón interrumpe el trabajo diario, cuando vemos en las noticias cuántos muertos hubo en el fin de semana, cuando vamos a comprar un repuesto y, si se encuentra, está muy por encima de su precio, cuando el gobernante hace el ridículo con su habla peculiar, cuando se desconocen los reclamos salariales de grupos apabullados por la inflación, cuando no nos alcanza el presupuesto para satisfacer lo elemental, la frase que se nos viene a la mente es tenemos patria. Y he aquí cómo la paradoja de Jaua se ha transformado en ironía.
La ironía es la figura mediante la cual se da a entender lo contrario de lo que se dice. También se aplica el término cuando una expresión o situación parece incongruente o tiene una intención que va más allá del significado más simple o evidente de las palabras o acciones. La ironía es la primera de las fórmulas utilizadas por Sócrates en su método dialéctico. Sócrates comienza siempre sus diálogos desde la posición ficticia que encumbra al interlocutor como sabio en la materia para dar a entender paso a paso sus contradicciones.
Lo muy significativo de esta ironía patria (tan dolorosa en lo profundo) es que ya se repite por igual entre partidarios del gobierno (sustentado en esa imagen retórica que es el chavismo) y entre los que se le oponen. Lo muy significativo de esta ironía es que corroe como un ácido y sin posibilidades de revertimiento la estructura propagandística del gobierno y, lo que es más grave, el núcleo del discurso chavista.
Quizá tal amargura devenga del espacio utópico, del espacio ajeno que tan exactamente han delineado Aínsa y Rama, sí, pero también García Canclini y Nelson Osorio, por citar algunos otros. Nuevamente los ciudadanos de este territorio geográfico y simbólico que es Venezuela nos estamos planteando la patrialidad. Y nuevamente se nos evade el concepto. Porque tenemos patria significa, a fin de cuentas, otra ficción más.
Barquisimeto, 07 de septiembre de 2013
Milagros Mata Gil
@milagrosmatagil
(La ilustración es una fotografía de Luis Brito)
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martes, 27 de agosto de 2013
¿CUÁNTA PATRIA PUEDE AGUANTAR UN CORAZÓN?, DE GOLCAR ROJAS
http://golcarr.wordpress.com/2013/08/27/cuanta-patria-puede-aguantar-un-corazon/
Esta vez no lloré de tristeza. Lloré de rabia. Lloré de indignación. Llanto de patria mortalmente herida, de gentilicio aborrecido. Lloré de arrechera.
Tengo dos días recorriendo y llamando a todas las farmacias buscando el medicamento Manidón, una pastilla que un amigo de 80 años, con marcapaso y con extracción de un riñón, debe tomar diariamente y que ya tiene una semana sin tomarlo porque no lo consigue.
En mi peregrinar de farmacia en farmacia, decidí salir a buscarlo y, de paso, comprar el Omega que yo mismo debo tomar para controlar mis elevados índices de triglicéridos y colesterol y evitar un colapso.
Como salí a pie, dejé en mi tienda el bolso para evitar tentar la suerte por la calle con la atemorizante inseguridad que nos azota. Al llegar a la tienda naturista donde generalmente compro el Omega, la amiga chavista, dueña del negocio, me da la ya habitual y cotidiana respuesta del “no hay”.
-Hago los pedidos y me llega menos de la mitad de lo que pido –dice-. Y cada vez más caros.
-¡Seguí votando por estos desgraciados!
-Ay, sí. Porque vos no votaste.
-Por ellos jamás. Siempre voto pero por la oposición.
-Igual estás pasando por lo mismo que yo.
-Claro, por los que como tú, siguen votando por ellos a pesar de sufrir las consecuencias.
Salgo de allí un poco cabreado. Camino hasta la farmacia. Tres que tengo en la vía. En ninguna consigo el Manidón. Cuando salgo de la tercera veo que pasa frente a mí una señora con bolsas del supermercado Latino. Institntivamente, le escaneo los paquetes. ¡Lleva Harina PAN!
Miro hacia la acera y veo una larga fila de gente a pleno sol, 36 grados centígrados de temperatura con sensación térmica como de 42. Me asomo y veo poca gente dentro del establecimiento. La hilera en la acera la conforma la gente que va solo a comprar la harina. Es decir, “bachaqueros”, o pobres que no tienen para pagar una compra de 300 bolívares. Quienes van a adquirir otros productos o van a comprar la harina pero en compras de más de 300 bolívares pueden pasar sin esperar.
Me asomo y veo que dentro del establecimiento hay poca gente. Contraviniendo mi propia norma de no pisar los supermercados Latinos porque siempre maltratan a los clientes, cedo ante la tentación de poder hacerme con cuatro paquetes de Harina Pan que ya se me ha acabado en casa, y entro.
Recorro los pasillos metiendo en el carro de la compra un montón de productos que no necesito pero que siempre hacen falta en casa o están por terminarse. Todo con el objetivo de cubrir los 300 bolívares que me darán el derecho a poder comprar la harina sin el castigo de esperar a pleno sol 3 horas en una cola.
Como hace más de 3 meses no compro leche, aprovecho y meto un paquete de leche “crecimiento” para probarla, una leche para niños de uno a tres años, que es la que se consigue. Si me gusta, la seguiré comprando en visa de la escasez tan tenaz que estamos viviendo.
La cola de la caja es razonablemente corta. No obstante, sin razón aparente, no avanza con la rapidez que debería. En un rincón, una señora de unos 30 años grita a todo pulmón a un empleado que le dice “¡Pues tú no vas a entrar porque no me da la gana!”. Todos pensamos que se trata de una “bachaquera”.
A los 20 minutos, una empleada se acerca, acompañada con un policía, a la cola donde me encuentro. Señalando a una chica que se está detrás de mí, le dice:
-¡Chica, ven acá!
Cuando la joven se acerca, la mujer y el policía le dicen que les muestre el celular.
-¿Por qué? –le pregunta la chica con toda la altanería que puede exhibir una niña de 16 años.
-Porque tú tomaste una foto de la cola y eso está prohibido y la tienes que borrar.
Por supuesto, se me volaron los tapones. Le grité a la mujer, al policía y a dos empleados más que se acercaron que dónde decía que estaba prohibido hacer fotografías. Discutimos un buen rato hasta que dejaron en paz a la chica quien, afortunadamente, no dio su brazo a torcer y no borró la imagen.
-Esta se la voy a pasar a @HCapriles-. Me dijo con un contoneo retador que me subyugó.
Pasado el impasse, seguimos en nuestra cola conversando como es habitual del país que nos ha obligado a vivir un puñado de resentidos, corruptos y malvivientes que se apoderaron de Venezuela desde hace 15 años. De cómo, cuando los venezolanos íbamos a comprar a Colombia porque todo era más barato allá, jamás escuchamos que en ese país escaseará la comida y, mucho menos, que la racionaran. Al contrario, Colombia aprovechó la situación y producía lo que necesitaban allá y lo que comprábamos los venezolanos. ¡Producían! Cosa que no se puede hacer en Venezuela porque el Socialismo del Siglo XXI acabó con las industrias…
Una amiga que está delante de mí, me pide el favor de que le saque unas pechugas de pollo que no le permitieron comprar porque “excede el límite de compra diaria de pollo”.
Por fin, llega mi turno de chequear en caja mi compra. Subo todo en la correa y la cajera me pide la cédula de identidad laminada. “¡Coño de la madre!” Se me olvidó que no llevaba bolso y que en este país, incluso para pagar en efectivo, si uno va a comprar productos regulados como la Harina PAN, debe presentar el documento de identidad, que se quedó en el bolso con la billetera cuando decidí no tentar a los choros caminando con un bolso terciado por la calle.
-Si no tiene cédula laminada, no puede llevar la harina. Le puedo chequear lo demás pero tiene que dejar la harina-. Dice la cajera.
El señor que está detrás de mí en la cola, amablemente pone su cédula para que yo pueda hacer mi compra. Más de 500 bolívares es el monto de lo que llevo. Cuando el señor va a pagar lo suyo, la cajera le dice que su cédula está bloqueada para la Harina Pan porque ya la pasó con mi compra. El señor saca la cédula de su esposa y le dicen que tiene que estar presente el titular.
-¡Pero yo soy de Encontrados y mi esposa está allá!
-Si no está el titular presente no puede llevar la harina.
La chica del impasse con la foto, hija del señor, saca su carnet de la universidad para que chequeen la compra a su nombre.
-Tiene que ser la cédula laminada y tiene que ser mayor de edad para poder comprar la harina. Además, en esta compra no hay 300 bolívares-. Dice la cajera.
Mi corazón se acelera. Golpea con tanta fuerza que siento que se me va a salir del pecho. Siento que las sienes me van a estallar. Las manos me tiemblan. Estoy hecho un energúmeno. No queda una sola grosería de mi repertorio sin que se la estampe en la cara a la cajera y al montón de empleados que se han acercado para corroborar que las cosas son como las expone la dependiente.
Quiero matar a alguien. Agradezco a Dios que le tengo pavor a las armas porque, si llego a tener una, no queda uno solo vivo. Maldigo a Chávez, maldigo a Nicolás, maldigo a los chinos dueños de la cadena de supermercados quienes entrenan a sus empleados para que funcionen como policías represores, como sapos cubanos, y no como trabajadores que ofrecen un servicio y se deben al público. Maldigo la mala hora en que incumplí mi promesa de no pisar nunca más un Latino en mi vida.
Camino enajenado y tembloroso, con las bolsas en la mano, las cuatro cuadras hasta mi tienda. Allí lloro mi rabia. Desahogo con llanto mi frustración. Lloro con arrechera, como hacía tiempo no lloraba. Pienso en cuántos días puede aguantar el corazón del viejo de 80 años sin su Manidón y en cuántas arrecheras como esa podría aguantar el mío sin explotar. ¿Cuánta patria puede aguantar un corazón sin que se parta en mil pedazos?
Cuando por fin puedo sosegarme y contarle a Cristian lo que ha pasado. Mi socio me dice:
-Vino tu amiga la defensora pública. La que te contó las cosas de la cárcel. Me dijo que te dijera que hoy, a una jueza, le pusieron un revólver en la sien.
viernes, 16 de agosto de 2013
PALABRAS CONFISCADAS: PATRIA Y SOCIALISMO
La patria suele designar la tierra natal o adoptiva a la que un individuo se siente ligado por vínculos de diversa índole, como afectivos, culturales o históricos. Se denomina patriotismo, al pensamiento o sentimiento que vincula a un individuo con su patria. También se llama patria, a la tierra natal de los padres de una persona, a la cual se siente ligado afectivamente sin necesariamente haber nacido en ella. El significado suele estar unido a connotaciones políticas o ideológicas, y por ello es objeto de diversas interpretaciones así como de uso propagandístico
(Wikipedia)
Hubo épocas, por ejemplo, en las cuales la palabra socialismo fue, para generaciones enteras de humillados y oprimidos, el sinónimo magnético de un mundo más justo, y por los ideales que se expresaban mediante esa palabra, los hombres ofrendaron largos años de su vida e incluso la vida misma. Yo no sé cómo son las cosas en vuestro país, pero en mi patria, esta misma palabra - es decir, la palabra socialismo - hace ya mucho que se ha convertido en una cachiporra de uso corriente, con la cual cualquier burócrata enriquecido y descreído da en las espaldas de sus conciudadanos que piensan libremente, llamándolos «enemigos del socialismo» y «fuerzas antisocialistas»
Václav Havel
I.
Las palabras patria y socialismo han sido confiscadas en Venezuela. Su significado se ha retorcido hasta transformarlas paulatinamente en malas palabras. Y el patriotismo, el sentimiento patriótico, se está utilizando como herramienta para la manipulación y justificación de cualquier abuso. Pero ése ha sido el mecanismo de las tiranías desde tiempos inmemoriales, lo que sucede es que ese mecanismo no es tan patente sino cuando uno se encuentra sumido en el lodazal de la propaganda.
II.
Empezaron por establecer la dicotomía patria socialista o muerte (que fue modificada en diversas ocasiones, por el deseo de establecer una adecuada formulación semántica) Cuando la enfermedad tan fatal tocó a las puertas del comandante eterno, creyeron que era la consecuencia de una invocación mal hecha y cambiaron a viviremos o venceremos, pero siempre dentro de la elipsis del concepto patria. Como la muerte los alcanzó, viraron a Ch vive, la lucha sigue. Y de allí a la banalización total, producto, dicen, del intelecto de Elías Jaua: patria o papel tualé.
De pronto, la patria se ha convertido en una moneda de intercambio más útil que la harina de maíz, el papel sanitario, la leche o el azúcar, por citar algunos de los rubros que más escasean en los anaqueles. Cada día, bombardean al individuo con situaciones patrióticas: la Campaña Admirable, el Juramento en el Monte Sacro, y la imagen metamorfoseada de un Simón Bolívar que se mezcla con el perfil del comandante eterno. A medida que pasan los días de un período infelizmente ineficiente, la necesidad de reafirmar la semántica oficialista de patria se hace más perentoria.
Pero también, consecuencia del descontento con las circunstancias, el concepto se vuelve cada vez más insignificante: se va devaluando, al punto de que, ante cualquier situación negativa de la sociedad: la violencia delincuencial desatada, la frustración por no encontrar divisas para suplir las necesidades más inocentes, el absurdo de ver cómo el gobierno combate la corrupción mientras en sus entrañas todo se va corrompiendo, ante cualquier situación negativa, uno dice pero tenemos patria… (paaaatriaaaa, siguiendo la entonación que le daba el difunto)
José Martí dijo alguna vez que la patria es dicha, dolor y cielo de todos y no feudo ni capellanía de nadie. Lamentablemente, los tiranos han utilizado este amor básico de los seres humanos por su raíz y pertenencia como una justificación de los abusos. Y cuando el Estado adopta el sentido y las connotaciones de patria como sinónimo de gobierno, es porque quienes ejercen las potestades se apertrechan de justificaciones para avasallar al pueblo. Una derivación del concepto patria es el patriotismo. Pero cuando se usa como palanca para apoyar el poder político, es una forma del despotismo y una violación de los derechos humanos.
Por otra parte, está la desviación perversa de ese concepto. Recientemente, se publicaron en las redes unas fotografías que muestran una fiesta sensual que dieron en las instalaciones de la “Aviación Bolivariana”: las damiselas invitadas posaban en poses sugerentes, con fondos de retratos de Bolívar, Miranda. Y de aviones militares.
http://diloquequierasycuandoquieras.blogspot.com/2010/02/fotos-de-la-fiesta-sensual-los.html
III.
El otro concepto devaluado y confiscado es el de socialismo. Hace cuarenta, cincuenta años, ser de izquierda, con las significaciones de socialista o comunista, según el grado de compromiso, era ser una persona que aborrecía la dominación, la arbitrariedad, la explotación de los seres humanos. Era ser partícipe de un grupo de constructores sociales que buscaba una mayor democracia, igualdad de oportunidades en la sociedad, una vida más digna, una mayor justicia, y, en fin, la mayor suma de felicidad para todos. Por esas razones y esas nociones, tenazmente arraigadas, uno fue capaz de comprometer la vida y las posibilidades de superavance económico y social, permaneciendo fiel a los principios más puros e idealistas. Pero he aquí que fueron tomadas por hordas de bárbaros resentidos y transmutadas en una vía de dominación.
Pensar en socialismo en la actualidad y en este país es pensar en un abuso continuado. Re-citando a Havel, … hace ya mucho que (el socialismo) se ha convertido en una cachiporra de uso corriente, con la cual cualquier burócrata enriquecido y descreído da en las espaldas de sus conciudadanos que piensan libremente, llamándolos «enemigos del socialismo» y «fuerzas antisocialistas».
Al principio, para muchos resultaron incomprensibles los desbalances entre la teoría y la práctica. Quizá obviaban por buena voluntad esos desniveles, achacándoselos a la falta de un piso ideológico en el liderazgo y no a la siembra de una manada de corruptos en las esferas del Poder. Y, paulatinamente, a medida que las esperanzas y expectativas se han diluido en el charco de la realidad, han preferido apartarse humildemente, conservando quizá un resquicio de fé.
Lo cierto es que cada vez es más evidente que el socialismo es un fracaso allí donde la condición humana conserva sus tendencias tenebrosas de usar el poder como una forma de enriquecimiento personal, de corrupción y de dominación. Y, aceptemos la realidad: en este país no hay ni siquiera un sentido político y económico que sea socialista. Lo que hay es un Estado corrompido, un sojuzgamiento de los Poderes todos. Con un agravante: antes, respondían a un solo hombre, el comandante eterno, y ahora, cuando la muerte lo retiró del escenario real, los Poderes están sojuzgados por grupos cuyos intereses personales lucen en rebatiña.
En cuanto a la palabra socialista, como otras similares: poder popular, comunas, colectivos, son ya referencias que sirven para humillar, ultrajar y oprimir a todo aquel que no se postre ante los gobernantes. La imagen de Mugabe se dibuja sobre estas líneas: Mugabe es el objetivo final de las metamorfosis del socialismo. Y hacia allí pudiéramos estar yendo.
Milagros Mata Gil
@milagrosmatagil
16 de Agosto de 2013
miércoles, 7 de agosto de 2013
DEL POPULISMO AL GANGSTERISMO, POR FERNANDO MIRES
http://prodavinci.com/blogs/del-populismo-al-gangsterismo-por-fernando-mires/?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+Prodavinci+%28Prodavinci%29
Muchos, quizás demasiados son los textos que ilustran acerca del populismo. No obstante la mayoría solo se refiere al fenómeno de ascenso y auge. No conozco estudios relativos al momento del descenso populista, omisión extraña pues desde el punto de vista político el declive de una forma de dominación, en este caso la populista, es por lo menos tan relevante como su ascenso.
Lo dicho adquiere importancia si tomamos en cuenta que en América Latina estamos presenciando el ocaso de un sistema populista de dominación, me refiero al chavismo venezolano, el que sin duda será puesto al lado del peronismo como uno de los modelos populistas más paradigmáticos habidos en el continente.
El chavismo como “modelo de populismo” ya es, por lo demás, objeto de estudio y análisis en diversos institutos de Ciencias Políticas. Sobre ese tema han sido escritos ensayos, ponencias, y -he podido comprobar- doctorados.
Si el chavismo vino para quedarse, como dicen sus apologistas, no fue para hacerlo en el poder sino en los léxicos de politología. Ahí será analizado como un modelo más en una extensa galería en donde figuran, amén del peronismo, otros tipos de dominación como el cesarismo, el bonapartismo, el nasserismo, el fascismo, y muchos más.
No será por supuesto en estas líneas donde se analizará el fenómeno de descenso del populismo. Sólo será destacada una sus características y es la siguiente: cuando el populismo entra a su fase de declive asoman con nitidez rasgos delictivos los que siendo consustanciales al fenómeno, se convierten en dominantes. O dicho en tesis: El gangsterismo político es signo de que el populismo ha entrado a su fase terminal la que, como ocurre con algunas enfermedades agónicas, también podría ser duradera.
Nótese que hablamos de gangsterismo político y no de gangsterismo a secas. A diferencias del segundo que es una actividad delictiva y organizada destinada a apropiarse de bienes y dinero por medios coercitivos, el gangsterismo político tiene como objetivo el -valga la redundancia- “apoderamiento del poder” por parte de diferentes bandas (gangs), aunque también mediante la recurrencia a medios ilícitos. Es precisamente lo que estamos observando en la Venezuela de Nicolás Maduro, lugar en donde los desacatos a la Constitución de parte del gobierno ya no son la excepción sino la regla.
Ya no es un misterio: Cuando el gobierno venezolano intenta conseguir un objetivo, viola la Constitución sin ningún reparo. Controlado a su antojo el poder judicial y el parlamentario, la ley juega un rol secundario. En ese sentido el gobierno de Maduro no se diferencia de ninguna dictadura.
El allanamiento anti-constitucional de la inmunidad parlamentaria al diputado Richard Mardo es solo un pequeño eslabón en una larga cadena de violaciones a la Constitución. Como escribió Teodoro Petkoff, Venezuela vive un abierto proceso de des-constitucionalización.
¿Dónde está la novedad? -dirán algunos- ¿No violan la constitución otros gobiernos? Por supuesto, muchos lo hacen. También en Europa. Los casos de enriquecimiento ilícito, malversaciones y estafas llevados a cabo por políticos en España, Grecia e Italia, llenan páginas de periódicos. Berlusconi, sólo para poner un ejemplo, podría dar clases en materia de corrupción y otras actividades ilícitas que lo han llevado a la fama. Luego, la diferencia con el gobierno de Venezuela es otra.
Mientras en los casos mencionados los políticos violan a la Constitución para obtener algún provecho extra-político, el gobierno de Venezuela lo hace con el objetivo explícito de destruir a la oposición. O dicho de otro modo: el gangsterismo de los políticos europeos persigue objetivos no políticos. El del gobierno venezolano -independientemente a que también ha llevado al enriquecimiento ilícito de muchos de sus personeros- persigue objetivos predominantemente políticos.
Como se puede advertir, quien escribe estas líneas está lejos de idealizar a la política. Pero eso no significa condenarla. La política es actividad humana y por lo mismo radicalmente imperfecta y en no pocos casos, gangsteril. No solo en Venezuela, en cualquier lugar del mundo, fracciones políticas (gangs) usan procedimientos delincuenciales, y si se trata de derribar a un adversario recurren a medios reñidos con la legalidad. Baste pensar acerca del éxito que obtuvo en toda Europa la muy política teleserie danesa titulada “Borgen”. Ese formidable filme reveló, mejor que cualquier libro, como incluso en la super civilizada Dinamarca, la política suele oler a podrido.
La política es lucha por el poder y, como ocurre en el fútbol, sin un árbitro situado por sobre el juego, ésta volvería a su condición originaria, que no es otra sino la guerra, cuya fase inferior es la guerra de todos contra todos. Pues bien: En Venezuela ya no hay ningún árbitro por sobre la política. Esa es la diferencia.
Todos los medios de lucha están en Venezuela permitidos para el gobierno, y ninguno para la oposición. Eso quiere decir que bajo Maduro la política ha vuelto a su condición primaria: a la del imperio de la fuerza bruta. Y no lo digo solamente por la emboscada hecha a los diputados de la oposición en el parlamento, cuando fueron salvajemente golpeados por matones del oficialismo, ante la risa siniestra del jefe: Diosdado Cabello. Las fotos han dado la vuelta al mundo. Pero esa, en toda su brutalidad, no fue más que leve muestra del gangsterismo político imperante, o si se prefiere, una de sus tantas consecuencias.
¿Dónde está la novedad? -volverá a preguntar algún lector. ¿No fue ese el estilo de gobierno que impuso el anterior presidente del cual Maduro no es más que un simple seguidor?
Hay una diferencia; y es muy decisiva.
La delictividad del occiso, aunque existía, no era método principal de gobierno. Por supuesto, también en su largo periodo fue violada la Constitución, pero -es lo que no ocurre con Maduro- todas las violaciones estaban subsumidas a un indiscutible principio, a uno del que Maduro carece. Es el principio de la legitimidad. O mejor dicho: el gobierno anterior a Maduro si no procedía de acuerdo a la legalidad, sí lo hacía de acuerdo a una legitimidad asegurada por una mayoría electoral que pocos ponían en discusión. He de explicarlo.
Fue el jurista alemán Carl Schmitt quien reivindicando a Hobbes subrayó la tesis de que no es la legitimidad la que procede de la legalidad sino la legalidad de la legitimidad. De ahí que, a diferencias del derecho público, regido por el principio de la legalidad, el derecho político es, según Schmitt, regido por el de la legitimidad. Luego, de acuerdo a Schmitt, hay gobiernos legales sin legitimidad y hay gobiernos legítimos sin legalidad.
Ahora, siguiendo la tesis de uno de los teóricos simpatizantes del chavismo, el post-peronista y también “schmittiano” Ernesto Laclau, la razón del populismo -elevada por Laclau a razón de la política- al devenir de una articulación de demandas disímiles en torno a una entidad simbólica (Mussolini, Perón, Chávez) se rige por el principio de legitimidad y no por el de legalidad. Se trata, siguiendo a Schmitt y Laclau, de una legitimidad otorgada por las grandes masas y no por los textos constitucionales.
En ese sentido Chávez era fiel a su legitimidad, pues la legitimidad chavista precedía y a la vez estaba “por sobre” cualquier principio constitucional. Motivo que explica por qué Chávez era un gobernante esencialmente plebiscitario.
Chávez necesitaba, en efecto, renovar cada cierto tiempo el contrato legitimatorio establecido con “su” pueblo, algo que jamás entendió Fidel Castro, según palabras de Mario Silva. Ahora bien, de acuerdo a Schmitt -enemigo a muerte del parlamentarismo- la legitimidad política al poner al líder en directo contacto con su pueblo, será siempre plebiscitaria. De ahí que las violaciones a la Constitución realizadas por Chávez eran ilegales, pero a la vez, desde el punto de vista de la razón populista, eran legítimas.
Dichas violaciones estaban avaladas por una gran mayoría dispuesta a conceder todo el poder a una persona, comprobándose una vez más el díctum de que no puede haber populismo sin líder populista.
El chavismo “era” Chávez, escribió Teodoro Petkoff. Con ello quería decir, el chavismo “no es” Maduro. En términos más sofisticados eso significa que sin una gran mayoría electoral o plebiscitaria no rige ningún principio de legitimidad.
Maduro es un presidente que no cuenta con una mayoría electoral aplastante. Más todavía, si aceptamos los resultados publicados por institutos de investigación política, ya se encuentra en abierta minoría. Si hubiera mañana elecciones entre Maduro y Capriles -concuerdan todos- ganaría Capriles con amplísima mayoría. Luego, Maduro, no puede, aunque lo quiera, ser un presidente populista. Para eso le falta mayoría; le falta popularidad; le falta populismo; y por si fuera poco, le falta eso que no se compra en las farmacias: le falta clase.
Con Maduro -es lo importante- ha terminado, y me atrevo a decir, para siempre, no el chavismo como ideología, pero sí el chavismo como fenómeno populista. El mismo Maduro ha enterrado al populismo. Por lo mismo Maduro no puede recabar para sí el principio de legitimidad que monopolizaba Chávez. Esa es también la razón por la cual sus reiteradas violaciones constitucionales al no estar avaladas por ningún principio legitimatorio, por ninguna mayoría aplastante, ni siquiera por masas enfervorizadas, aparecen hoy como lo que son: simples hechos ilegales, actos delictivos cometidos por las “gangs” políticas que lo secundan.
El populismo venezolano ya ha entrado -como ocurrió con el peronismo en los aciagos días de Isabel Perón y su ministro López Rega, o como ocurrió en los últimos días políticos de Fujimori y su ministro Montesinos- a su fase delictiva de vida. El gangsterismo, se comprueba una vez más, es la última fase del populismo.
Para ser más claro: la ilegitimidad populista de Maduro no proviene sólo del hecho de que desde su origen su administración ha estado marcada por el signo de la ilegitimidad. Por cierto, fue ilegítimo su nombramiento por sucesión, pues la sucesión no figura en ninguna Constitución que no sea monárquica. Fue ilegítimo (e ilegal) su nombramiento como presidente provisional, pues ese cargo correspondía ser asumido por el presidente de la Asamblea. Fue por último ilegítima su negativa a realizar un recuento de la votación del 14 de Abril. Triple ilegitimidad que arrastra como una pesada piedra colgada a su grueso cuello.
Pero, además de una ilegitimidad tanto de origen como de forma, hay otra razón que permite hablar de gangsterismo político en Venezuela. Me refiero a los medios que usan tanto el presidente como quienes lo rodean para obtener poder fáctico, aunque sea en contra de los principios de legitimidad y legalidad a la vez. Nombremos algunos.
1- El lenguaje brutal a que es sometida diariamente la oposición. Por cierto, Chávez también incurría en desproporcionadas descalificaciones en contra de sus adversarios y muy lejos se está aquí de idealizarlo. Pero Maduro lo ha superado. Su lenguaje político, a diferencia de el de Chávez, es pobrísimo, pero a la vez más insultante. Dudo de que exista un presidente en el mundo que use un lenguaje tan pobre y a la vez tan procaz como el que usa Maduro. Para Maduro, por ejemplo, todo quien se le opone es fascista. Ese es, por lo demás, un procedimiento fascista. Infamar al adversario llamándolos rata como hacía Hitler, malayaerba como hacía Pinochet, gusano como hacía Castro, fascista como hace Maduro, es un medio que busca su eliminación gramática. Y ya lo sabemos: entre la eliminación gramática y la física, hay un corto paso. Eso es simple gangsterismo.
2.- El uso de la mentira sistemática como método de acción política. No deja de llamar la atención que todas las numerosísimas mentiras elaboradas por Maduro buscan atraer la atención pública hacia temas que el presidente no se atreve a enfrentar ante sus propias huestes. Por ejemplo, cada vez que asoma un proyecto de devaluación monetaria o de regulación financiera, o simplemente de corrección de los desastres heredados de Chávez y Giordani, Maduro inventa un magnicidio. Eso es simple gangsterismo.
Confieso que hasta el autor de estas líneas creyó en un momento que Maduro había heredado el mal paranoico. Pero no. De lo que se trata, en el mejor sentido “goebbeliano” del término, es desviar la atención pública hacia un clima de supuesta guerra de acuerdo al cual fuerzas siniestras, colombianas o norteamericanas, quieren acabar con la vida del mandatario. Pero la mayoría de los venezolanos ya lo sabe: cada vez que el presidente ordene una medida impopular, se sentirá “amenazado de muerte”. Eso es simple gangsterismo.
3.- La coerción y el chantaje. Imagino a Maduro dialogando con sus íntimos: ¿A quién hay que eliminar políticamente antes que a Capriles? Leopoldo es todavía popular. Corina se defiende bien. Henri es muy querido en Lara. Empecemos entonces con Mardo, algo más vulnerable. Llama entonces tú a Luisa (Ortega), que ella se encargue del trámite, nosotros lo metemos preso, y después, si la oposición no es muy fuerte, seguimos con los demás. Eso es simple gangsterismo.
4. El uso de la violencia programada. Cada vez que la oposición salga a las calles, lancemos a los nuestros a la calle aún a riesgo de que muchos mueran en un enfrentamiento. Para eso tenemos a los motorizados, a los desesperados de “La Piedrita”, tupamaros , y no por ultimo, a nuestros “batallones obreros”. Después, los caídos, se los endilgamos al “fascista” Capriles. Eso es jugar con la sangre de los otros. Eso es simple gangsterismo.
5. El amedrentamiento. Cada vez que un opositor alce demasiado la voz, díganle: “Lo vamos a investigar”. A sabiendas que aún el mejor entre los mejores tiene sus legítimos secretos ese “lo vamos a investigar” cumple una función psico-estratégica. Y bien, si no se amedrenta, lo investigamos, le incrustamos micrófonos en su residencia y le adjudicamos lo que se nos venga en gana. Para eso está Luisa. Después lo metemos preso. Eso es simple gangsterismo
Lo que no saben Maduro y los suyos es que tales procedimientos están generando en Venezuela una creciente ola de protesta ciudadana. No saben que la oposición democrática incluirá en las próximas elecciones municipales -además de los justos reclamos sociales- el tema de la defensa de la Constitución y de los derechos ciudadanos. Tampoco saben que en el curso de la historia ha habido regímenes que han perdido la legitimidad y han subsistido gracias a la legalidad. O que ha habido regímenes que han perdido la legalidad pero han subsistido gracias a su legitimidad. Y quizás tampoco saben que los gobiernos que han perdido la legitimidad y la legalidad a la vez, están condenados a perecer. Y si lo saben, el momento es muy peligroso para Venezuela.
Baste decir que mientras para el chavismo de Chávez las elecciones eran un procedimiento necesario para la acumulación de poder, para el chavismo de Maduro las elecciones serán, ya se está viendo, un obstáculo para mantenerse en el poder.
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domingo, 21 de julio de 2013
LAS 10 ESTRATEGIAS DE MANIPULACION MEDIATICA, por Sylvain Timsit
1. La estrategia de la distracción.
El elemento primordial del control social es la estrategia de la distracción, que consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las elites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes. La estrategia de la distracción es igualmente indispensable para impedir al público interesarse por los conocimientos esenciales, en el área de la ciencia, la economía, la psicología, la neurobiología y la cibernética. “Mantener la Atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, ocupado, ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a granja como los otros animales” (cita del texto ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas’).
2. Crear problemas, después ofrecer soluciones.
Este método también es llamado “problema-reacción-solución”. Se crea un problema, una “situación” prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el mandante de las medidas que se desea hacer aceptar. Por ejemplo: dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia urbana, u organizar atentados sangrientos, a fin de que el público sea el demandante de leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad. O también: crear una crisis económica para hacer aceptar como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos.
3. La estrategia de la gradualidad.
Para hacer que se acepte una medida inaceptable, basta aplicarla gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos. Es de esa manera que condiciones socioeconómicas radicalmente nuevas fueron impuestas durante las décadas de 1980 y 1990: Estado mínimo, privatizaciones, precariedad, flexibilidad, desempleo en masa, salarios que ya no aseguran ingresos decentes, tantos cambios que hubieran provocado una revolución si hubiesen sido aplicadas de una sola vez.
4. La estrategia de diferir.
Otra manera de hacer aceptar una decisión impopular es la de presentarla como “dolorosa y necesaria”, obteniendo la aceptación pública, en el momento, para una aplicación futura. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que un sacrificio inmediato. Primero, porque el esfuerzo no es empleado inmediatamente. Luego, porque el público, la masa, tiene siempre la tendencia a esperar ingenuamente que “todo irá mejorar mañana” y que el sacrificio exigido podrá ser evitado. Esto da más tiempo al público para acostumbrarse a la idea del cambio y de aceptarla con resignación cuando llegue el momento.
5. Dirigirse al público como criaturas de poca edad.
La mayoría de la publicidad dirigida al gran público utiliza discurso, argumentos, personajes y entonación particularmente infantiles, muchas veces próximos a la debilidad, como si el espectador fuese una criatura de poca edad o un deficiente mental. Cuanto más se intente buscar engañar al espectador, más se tiende a adoptar un tono infantilizante. ¿Por qué? “Si uno se dirige a una persona como si ella tuviese la edad de 12 años o menos, entonces, en razón de la sugestionabilidad, ella tenderá, con cierta probabilidad, a una respuesta o reacción también desprovista de un sentido crítico como la de una persona de 12 años o menos de edad” (ver ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas’).
6. Utilizar el aspecto emocional más que la reflexión.
Hacer uso del aspecto emocional es una técnica clásica para causar un corto circuito en el análisis racional, y finalmente al sentido crítico de los individuos. Por otra parte, la utilización del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar o injertar ideas, deseos, miedos y temores, compulsiones, o inducir comportamientos.
7. Mantener al público en la ignorancia y la mediocridad.
Hacer que el público sea incapaz de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y su esclavitud. “La calidad de la educación dada a las clases sociales inferiores debe ser la más pobre y mediocre posible, de forma que la distancia de la ignorancia que planea entre las clases inferiores y las clases sociales superiores sea y permanezca imposibles de alcanzar para las clases inferiores” (ver ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas’).
8. Estimular al público a ser complaciente con la mediocridad.
Promover al público a creer que es moda el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto, malhablado, admirador de gentes sin talento alguno, a despreciar lo intelectual, exagerar el valor del culto al cuerpo y el desprecio por el espíritu.
9. Reforzar la autoculpabilidad.
Hacer creer al individuo que es solamente él el culpable por su propia desgracia, por causa de la insuficiencia de su inteligencia, de sus capacidades, o de sus esfuerzos. Así, en lugar de rebelarse contra el sistema económico, el individuo se autodesvalida y se culpa, lo que genera un estado depresivo, uno de cuyos efectos es la inhibición de su acción. ¡Y, sin acción, no hay revolución!
10. Conocer a los individuos mejor de lo que ellos mismos se conocen.
En el transcurso de los últimos 50 años, los avances acelerados de la ciencia han generado una creciente brecha entre los conocimientos del público y aquellos poseídas y utilizados por las elites dominantes. Gracias a la biología, la neurobiología y la psicología aplicada, el “sistema” ha disfrutado de un conocimiento avanzado del ser humano, tanto de forma física como psicológicamente. El sistema ha conseguido conocer mejor al individuo común de lo que él se conoce a sí mismo. Esto significa que, en la mayor parte los casos, el sistema ejerce un control mayor y un gran poder sobre los individuos, mayor que el de los individuos sobre sí mismos.
Fuente. 20 minutos
http://www.educacionmediatica.es/?p=1495
El elemento primordial del control social es la estrategia de la distracción, que consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las elites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes. La estrategia de la distracción es igualmente indispensable para impedir al público interesarse por los conocimientos esenciales, en el área de la ciencia, la economía, la psicología, la neurobiología y la cibernética. “Mantener la Atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, ocupado, ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a granja como los otros animales” (cita del texto ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas’).
2. Crear problemas, después ofrecer soluciones.
Este método también es llamado “problema-reacción-solución”. Se crea un problema, una “situación” prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el mandante de las medidas que se desea hacer aceptar. Por ejemplo: dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia urbana, u organizar atentados sangrientos, a fin de que el público sea el demandante de leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad. O también: crear una crisis económica para hacer aceptar como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos.
3. La estrategia de la gradualidad.
Para hacer que se acepte una medida inaceptable, basta aplicarla gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos. Es de esa manera que condiciones socioeconómicas radicalmente nuevas fueron impuestas durante las décadas de 1980 y 1990: Estado mínimo, privatizaciones, precariedad, flexibilidad, desempleo en masa, salarios que ya no aseguran ingresos decentes, tantos cambios que hubieran provocado una revolución si hubiesen sido aplicadas de una sola vez.
4. La estrategia de diferir.
Otra manera de hacer aceptar una decisión impopular es la de presentarla como “dolorosa y necesaria”, obteniendo la aceptación pública, en el momento, para una aplicación futura. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que un sacrificio inmediato. Primero, porque el esfuerzo no es empleado inmediatamente. Luego, porque el público, la masa, tiene siempre la tendencia a esperar ingenuamente que “todo irá mejorar mañana” y que el sacrificio exigido podrá ser evitado. Esto da más tiempo al público para acostumbrarse a la idea del cambio y de aceptarla con resignación cuando llegue el momento.
5. Dirigirse al público como criaturas de poca edad.
La mayoría de la publicidad dirigida al gran público utiliza discurso, argumentos, personajes y entonación particularmente infantiles, muchas veces próximos a la debilidad, como si el espectador fuese una criatura de poca edad o un deficiente mental. Cuanto más se intente buscar engañar al espectador, más se tiende a adoptar un tono infantilizante. ¿Por qué? “Si uno se dirige a una persona como si ella tuviese la edad de 12 años o menos, entonces, en razón de la sugestionabilidad, ella tenderá, con cierta probabilidad, a una respuesta o reacción también desprovista de un sentido crítico como la de una persona de 12 años o menos de edad” (ver ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas’).
6. Utilizar el aspecto emocional más que la reflexión.
Hacer uso del aspecto emocional es una técnica clásica para causar un corto circuito en el análisis racional, y finalmente al sentido crítico de los individuos. Por otra parte, la utilización del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar o injertar ideas, deseos, miedos y temores, compulsiones, o inducir comportamientos.
7. Mantener al público en la ignorancia y la mediocridad.
Hacer que el público sea incapaz de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y su esclavitud. “La calidad de la educación dada a las clases sociales inferiores debe ser la más pobre y mediocre posible, de forma que la distancia de la ignorancia que planea entre las clases inferiores y las clases sociales superiores sea y permanezca imposibles de alcanzar para las clases inferiores” (ver ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas’).
8. Estimular al público a ser complaciente con la mediocridad.
Promover al público a creer que es moda el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto, malhablado, admirador de gentes sin talento alguno, a despreciar lo intelectual, exagerar el valor del culto al cuerpo y el desprecio por el espíritu.
9. Reforzar la autoculpabilidad.
Hacer creer al individuo que es solamente él el culpable por su propia desgracia, por causa de la insuficiencia de su inteligencia, de sus capacidades, o de sus esfuerzos. Así, en lugar de rebelarse contra el sistema económico, el individuo se autodesvalida y se culpa, lo que genera un estado depresivo, uno de cuyos efectos es la inhibición de su acción. ¡Y, sin acción, no hay revolución!
10. Conocer a los individuos mejor de lo que ellos mismos se conocen.
En el transcurso de los últimos 50 años, los avances acelerados de la ciencia han generado una creciente brecha entre los conocimientos del público y aquellos poseídas y utilizados por las elites dominantes. Gracias a la biología, la neurobiología y la psicología aplicada, el “sistema” ha disfrutado de un conocimiento avanzado del ser humano, tanto de forma física como psicológicamente. El sistema ha conseguido conocer mejor al individuo común de lo que él se conoce a sí mismo. Esto significa que, en la mayor parte los casos, el sistema ejerce un control mayor y un gran poder sobre los individuos, mayor que el de los individuos sobre sí mismos.
Fuente. 20 minutos
http://www.educacionmediatica.es/?p=1495
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