martes, 22 de octubre de 2013

¿GOLPE MILITAR EN VENEZUELA?, POR FERNANDO MIRES

En Venezuela hay excelentes analistas políticos. Pero a ninguno sigo con tanto interés como a Teodoro Petkoff. Lo ameritan una larguísima experiencia, una probada sensibilidad política, y por cierto, un alto nivel de información. Por eso leí con suma preocupación su Editorial en Tal Cual del 17 de Octubre de 2013 titulado “Manu Militari” en el cual afirma que el ejército, mediante la fundación de CESPPA (Centro de Seguridad y Protección a la Patria) se ha situado definitivamente por sobre el gobierno mediante un “golpe frío”.

Gracias a CESPPA ha quedado claro que la política de Venezuela enfrenta un problema muy serio. Quizás el más serio de los últimos quince años.

CESPPA es un organismo militar anticonstitucional que pone bajo su tutela los ministerios del Interior, Justicia y Paz; de Relaciones Exteriores y de Defensa. Más todavía. Una junta militar decidirá cuanto y cuando deberá ser informada la opinión pública. Y por si fuera poco, CESPPA determinará acerca de cuales informaciones deberán ser entregadas al propio Presidente de la República.

En otras palabras, CESPPA es un “poder sobre el poder”, una instancia supraestatal situada sobre el Ejecutivo. Su cometido no es otro sino subordinar el poder político al militar. Razón por la cual deduce Petkoff: “El Presidente está literalmente en manos del CESPPA. Y con él todos nosotros, los venezolanos”.

Si el consumado por el CESPPA es un golpe, se trataría entonces de uno de los más refinados de América Latina, tierra de golpes y golpistas.

Lejos están los tiempos en que los militares bombardeaban palacios gubernamentales, llenaban de prisioneros los estadios, abrían campos de concentración y establecían centros de tortura. Hoy en cambio ha sido creado en Venezuela un gobierno militar situado por sobre las instituciones públicas, incluyendo la propia presidencia de la república.

CESPPA ha asumido el poder real reduciendo al gobierno a instancia puramente formal. En lugar de la “dictadura del proletariado” ha sido instaurada la “dictadura del militariado”. Como en Irán, en donde el gobierno civil se encuentra bajo las instituciones religiosas, el de Venezuela -caso peor- ya se encuentra bajo las instituciones militares. CESPPA ha convertido el Estado político en un Estado militar. Eso quiere decir simplemente que la verdadera ley habilitante reside en manos de CESPPA. O lo que es igual, frente a CESPPA Maduro es un simple inhabilitado.

Por supuesto, el de Chávez también era un gobierno militar. La mayoría de los puestos decisivos estaba en manos militares. La ideología de gobierno era militarista y no política. El lenguaje de Chávez, aunque no tanto como el de Maduro, era un lenguaje militar. Chávez mismo era militar. Pero no sólo era eso.

El gobierno de Chávez era, además, un gobierno popular.

La legitimidad de Chávez no provenía de las armas sino de las masas que lo apoyaban. No es el caso del gobierno de Maduro.

Con Maduro cambió definitivamente el carácter del gobierno chavista. En lugar de ser el del primero un gobierno populista militar paso a ser simplemente un gobierno militar; así, a secas. Del antiguo populismo solo quedan frases sueltas, paganas ceremonias mortuorias, ritos patrioteros, falsos remedos, y muy poco más.

Maduro tenía con la exigua y dudosa mayoría que alcanzó el 14A dos posibilidades. La primera, concertar un dialogo, si no con toda la oposición, por lo menos con parte de ella. La segunda, seguir los llamados del sector más radical del chavismo. Evidentemente intentó sin éxito la primera al establecer contacto con Lorenzo Mendoza, este último en representación informal de fracciones del empresariado venezolano. Con el nombramiento del pragmático Merentes en contra del fundamentalista Giordani, Maduro pareció, además, inclinarse por soluciones destinadas a controlar la crisis económica desatada por Chávez. Pero de modo paralelo Maduro trataba de contentar al núcleo duro del chavismo, embruteciendo al máximo su ya, de por sí, brutal lenguaje. De esta manera Maduro cerró las posibilidades de dialogo. Víctima de sus vacilaciones no fue capaz de iniciar un “gran viraje”. ¿Le faltaron fuerzas, personalidad o simplemente agallas? A estas alturas, el tema ya no tiene importancia.

De nada servirá a Maduro después de la toma del poder de CESPPA, con una habilitante corruptamente adquirida, controlar a un parlamento que de hecho controlaba. De nada le servirá tampoco “meter preso” a Capriles, o a López o a quien sea, con el objetivo de provocar una rebelión popular y dar paso definitivo a una intervención militar, posponiendo las elecciones del 8D que tanto lo amenazan. Suceda lo uno o lo otro, Maduro solo será un simple mayordomo del palacio militar. Si es que ya no lo es. Eso bastará sin duda para que Insulza y otros invertebrados de la OEA apoyen al nuevo gobierno militar venezolano.

Afortunadamente la mayoría de la oposición democrática venezolana ya ha advertido el peligro. Henrique Capriles ha reiterado continuamente su oposición a todo golpe de estado, venga de donde venga. ¿Será esa la razón por la cual Cabello quiere “meterlo preso”? Todo así lo indica.

http://prodavinci.com/2013/10/20/actualidad/golpe-militar-en-venezuela-por-fernando-mires/


Transformar las elecciones del 8D en rebelión democrática y popular sin que dejen de ser elecciones, es el difícil camino emprendido por la MUD y Capriles. ¿Lo lograrán? Algunos candidatos ya están llamando, en buena hora, a detener al golpismo a través de la campaña electoral. Es sin duda la tarea más importante del momento. Mucho más, por supuesto, que discutir sobre la nacionalidad de Maduro.

Queda todavía la esperanza de que chavistas opuestos a una salida militar —si es que los hay— hagan oír alguna vez su voz y establezcan en ese punto —solo en ese punto— una convergencia mínima con sectores de la oposición democrática, una destinada a cerrar el paso al golpismo, sea antes o después del 8D. Después de todo, quienes estuvieron en el 2002 en contra del “carmonazo” no tienen ninguna razón, ni moral, ni lógica, y mucho menos política, para estar en el 2013 a favor del “cabellazo”, del “madurazo”, o simplemente de un mero “cuartelazo”.

domingo, 20 de octubre de 2013

SIN LUCHA NO HAY VICTORIA

EL AUTOGOLPE ECONÓMICO, POR LUIS VICENTE LEÓN


http://prodavinci.com/2013/09/26/economia-y-negocios/el-autogolpe-economico-por-luis-vicente-leon/http://prodavinci.com/2013/09/26/economia-y-negocios/el-autogolpe-economico-por-luis-vicente-leon/´

El gobierno está enredado en los nudos que la misma revolución creó durante estos últimos años. Eso es obvio. Pero todo empezó a acentuarse desde octubre pasado, cuando el doctor Giordani —liberado de la presión de la campaña que Hugo Chávez acababa de ganar— decidió profundizar la Revolución, algo que se traduce específicamente en avanzar hacia un modelo económico en el cual la tasa de cambio fuera irrelevante: al ser el Estado quien genera los dólares, Giordani apostó a que también podía realizar de manera directa las importaciones de todo lo que, según ellos, el país necesitara.

Su lógica era simple: si el gobierno es el que genera el dinero, pues que sea el gobierno el que compre, importe, produzca y decida qué es lo más importante para el país y su gente. La intención era convertir al gobierno en un Dios todopoderoso, capaz de determinar las necesidades integrales de la Nación y satisfacerla con sus recursos, instruyendo además con su acción al pueblo, quienes deben aprender a comer, vestir o leer lo que el gobierno piense conveniente.

El final deseado de esa historia se parece a los libros de socialismo extremo, completamente desfasados, que Giordani ayudó a traducir del italiano para hacer honor a sus pensamientos mozos. Y no hay que ser demasiado perspicaz para entender que eso era una locura primitiva, ineficiente e insostenible. Pero, más allá de que teóricamente está claro que este modelo fracasaría, la evidencia ha sido mucho más contundente que un libro de economía moderna.

El cierre de flujos de divisas —justificado desde el gobierno como un mecanismo para reducir las importaciones superfluas y combatir la corrupción (ambas distorsiones creadas por su propio mecanismo de control cambiario y sobrevaluación inducida del tipo de cambio)— dejó también sin divisas a las empresas productivas, llámense productores locales o importadores de bienes indispensables para el abastecimiento nacional. Las vías alternativas para obtener divisas se secaron de oferta y aumentaron sus primas de riesgo por ilegalidad, con lo que el mercado negro se disparó a niveles impensables, que en este momento se ubican cercanos a nueve veces el cambio oficial. El abastecimiento de mercancías ha colapsado y la inflación se desbordó, anualizando más de 45%. Y esto, amigo lector, es todavía la punta del Iceberg.

Maduro se estrenó como presidente en el momento en que se cosechaba el huracán. Pero no el fenómeno político que representaba Chávez, sino el desastre económico que desde hace rato amenazaba con destruir todo a su paso. Sus primeras reacciones generaron cierto optimismo: sacar a Giordani del manejo directo de la Economía fue un movimiento tranquilizador, sobre todo al colocar a Merentes y con ello dar la idea de que pretendía dar un viraje en el tema. Si bien no iba a ser necesariamente moderno, al menos parecía más permeable y negociador.

Pero el optimismo duró poco. El mercado está acostumbrado a recibir de Merentes promesas de apertura y flexibilización en un discurso que sorprende por lo adecuado. Pero también se acostumbró a que esas promesas no se concreten nunca. Quizás porque el actor, a pesar de sus buenas intenciones, tiene menos poder del que se le atribuye.

La realidad es que las promesas de cambio se fueron diluyendo junto a las esperanzas del sector empresarial y económico. Y la economía de Venezuela continúa marchando sin pausa en dirección al precipicio.
Surge entonces, una vez más, un planteamiento de apertura. Maduro y Merentes anuncian un nuevo mecanismo cambiario para conjurar la crisis. El ministro lo describe como un mecanismo abierto y flexible, donde los agentes económicos harán lo que es normal en cualquier país decente: comprar dólares cuando quieran, cuantos quieran y como quieran al precio real de mercado. Fue extraño ver cómo el país se sintió emocionado porque le dijeran algo equivalente a que el gobierno finalmente les permitirá bañarse o hacer el amor cuando lo decidan y no cuando lo decida la revolución. Pero, luego de muchos días del anuncio, parece que en términos de dólares la gente se siente todavía sucia y ávida.

Las discusiones internas han sido a muerte. El debate entre radicales y pragmáticos no permite avanzar en la creación de un tercer mercado verdaderamente abierto, como había propuesto Merentes quien, por cierto, lo había pensado muy bien.

El ministro está claro con respecto a que cualquier restricción que se establezca en términos de cantidades (o de quién puede participar en ese mercado; o de cuáles sectores tendrán acceso y cuáles no) simplemente generará un grupo de excluidos que irán de cabeza a un mercado negro que explotará en un tipo de cambio y que definirá los costos de reposición de todo el país, empeorando el entuerto.

Pero el lado ideológicamente radical no cede terrenos. Piensan que abrir el mercado es reconocer una devaluación brutal del tipo de cambio en plenas elecciones. Dicen que no tiene sentido abrir ese mercado y darle libertad a un sector privado que aprovechará ese momento para sacar hasta el último bolívar que tenga preso en Venezuela. Que eso le restará poder al gobierno y lo alejará de la revolución.

Y uno, entonces, se pregunta: si Maduro está convencido, ¿por qué no termina de tomar el riesgo y le pasa por encima a los radicales?

No tengo la respuesta exacta, pero puedo intuir que hay al menos tres posibilidades. La primera, que quizás Maduro no tiene capacidad de negociación con los radicales internos y, a la vez, no puede perder su soporte político justo cuando su popularidad está rozando apenas la mitad del país (y eso no resiste divisiones, frente a una oposición que se ha mostrado potente en términos de votos totales). La segunda, es que Maduro no está seguro de que tenga sentido tomar la decisión: al darse cuenta de que pasó tanto tiempo antes de atender el problema, ve que los costos económicos y políticos son brutales y no hay forma de salir de la crisis, así que se congela ante una bola de nieve que no saben cuándo arrasará todo, pero en efecto arrasará con todo. Y, la tercera, es que estén teniendo lugar todas las anteriores.

La respuesta del organismo creado por el presidente para atender la crisis económica parece indicar que no han podido avanzar sobre lo realmente relevante. Oírlos decir que las grandes decisiones de Estado para atender una megacrisis es eximirlos temporalmente de permisos, solvencias y otras pajas burocráticas (o importar arbolitos de navidad) es algo que puede dividir los sentimientos entre arrechera y risa, esta última en el caso de que alguno sea tan insensible como para no entender que esa comiquita afectará dramáticamente tu vida.

Dedicar una cadena nacional de radio y televisión al regreso de Nicolás Maduro de su viaje a China para mostrar una planta de carros Cherry en donde se promete crear el prototipo del primer motor totalmente venezolano para competir con Alemania, Brasil y China (por cierto: una ocurrencia presidencial in situ), o anunciar que el presidente no fue a la ONU porque tenía dos provocaciones peligrosas en su contra (una decisión difícil de entender, porque la verdad hasta ahora se había ido a Nueva York precisamente por las provocaciones), o insinuar que podría haber una conspiración en Francia contra Maduro para matarlo, porque el Airbus presidencial pasó cinco meses en ese país arreglándose y después presentó una falla en el ala, son cosas que nos indican claramente que el gobierno está comprando tiempo y desviando la atención del país del centro de todas sus preocupaciones: el problema económico.

Y mientras se toman las decisiones paralelas para bajar la tensión, el cáncer económico avanza sin contemplación, la inflación adquiere niveles dramáticos, la producción se compromete, el dólar negro enloquece y la confianza de los inversionistas se pulveriza.

La posibilidad de que el gobierno haga algo en materia cambiaria y monetaria es enorme pero, lamentablemente, la crisis es tan perversa a estas alturas y las distorsiones son tan grandes que, sumadas a las intestinas pugnas internas, lo más probable es que los anuncios que veamos en breve no sean sino más pañitos calientes puestos sobre una herida mortal.

Los trapos rojos políticos fueron elementos muy utilizados por Chávez, pero sin duda con mucho más tino y creatividad. Además, con el uso excesivo toda estrategia se desgasta. En Miraflores se han ocupado de hablar de golpes políticos, sin darse cuenta de que han venido generando las condiciones propias de un autogolpe económico. La salida de esta crisis no está cerca. Y lo malo es que, mientras más demore el gobierno de Maduro en reaccionar, más alto será el costo que tendremos que pagar.
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