viernes, 16 de agosto de 2013

PALABRAS CONFISCADAS: PATRIA Y SOCIALISMO


La patria suele designar la tierra natal o adoptiva a la que un individuo se siente ligado por vínculos de diversa índole, como afectivos, culturales o históricos. Se denomina patriotismo, al pensamiento o sentimiento que vincula a un individuo con su patria. También se llama patria, a la tierra natal de los padres de una persona, a la cual se siente ligado afectivamente sin necesariamente haber nacido en ella. El significado suele estar unido a connotaciones políticas o ideológicas, y por ello es objeto de diversas interpretaciones así como de uso propagandístico
(Wikipedia)

Hubo épocas, por ejemplo, en las cuales la palabra socialismo fue, para generaciones enteras de humillados y oprimidos, el sinónimo magnético de un mundo más justo, y por los ideales que se expresaban mediante esa palabra, los hombres ofrendaron largos años de su vida e incluso la vida misma. Yo no sé cómo son las cosas en vuestro país, pero en mi patria, esta misma palabra - es decir, la palabra socialismo - hace ya mucho que se ha convertido en una cachiporra de uso corriente, con la cual cualquier burócrata enriquecido y descreído da en las espaldas de sus conciudadanos que piensan libremente, llamándolos «enemigos del socialismo» y «fuerzas antisocialistas»
Václav Havel

I.

Las palabras patria y socialismo han sido confiscadas en Venezuela. Su significado se ha retorcido hasta transformarlas paulatinamente en malas palabras. Y el patriotismo, el sentimiento patriótico, se está utilizando como herramienta para la manipulación y justificación de cualquier abuso. Pero ése ha sido el mecanismo de las tiranías desde tiempos inmemoriales, lo que sucede es que ese mecanismo no es tan patente sino cuando uno se encuentra sumido en el lodazal de la propaganda.

II.

Empezaron por establecer la dicotomía patria socialista o muerte (que fue modificada en diversas ocasiones, por el deseo de establecer una adecuada formulación semántica) Cuando la enfermedad tan fatal tocó a las puertas del comandante eterno, creyeron que era la consecuencia de una invocación mal hecha y cambiaron a viviremos o venceremos, pero siempre dentro de la elipsis del concepto patria. Como la muerte los alcanzó, viraron a Ch vive, la lucha sigue. Y de allí a la banalización total, producto, dicen, del intelecto de Elías Jaua: patria o papel tualé.

De pronto, la patria se ha convertido en una moneda de intercambio más útil que la harina de maíz, el papel sanitario, la leche o el azúcar, por citar algunos de los rubros que más escasean en los anaqueles. Cada día, bombardean al individuo con situaciones patrióticas: la Campaña Admirable, el Juramento en el Monte Sacro, y la imagen metamorfoseada de un Simón Bolívar que se mezcla con el perfil del comandante eterno. A medida que pasan los días de un período infelizmente ineficiente, la necesidad de reafirmar la semántica oficialista de patria se hace más perentoria.

Pero también, consecuencia del descontento con las circunstancias, el concepto se vuelve cada vez más insignificante: se va devaluando, al punto de que, ante cualquier situación negativa de la sociedad: la violencia delincuencial desatada, la frustración por no encontrar divisas para suplir las necesidades más inocentes, el absurdo de ver cómo el gobierno combate la corrupción mientras en sus entrañas todo se va corrompiendo, ante cualquier situación negativa, uno dice pero tenemos patria… (paaaatriaaaa, siguiendo la entonación que le daba el difunto)

José Martí dijo alguna vez que la patria es dicha, dolor y cielo de todos y no feudo ni capellanía de nadie. Lamentablemente, los tiranos han utilizado este amor básico de los seres humanos por su raíz y pertenencia como una justificación de los abusos. Y cuando el Estado adopta el sentido y las connotaciones de patria como sinónimo de gobierno, es porque quienes ejercen las potestades se apertrechan de justificaciones para avasallar al pueblo. Una derivación del concepto patria es el patriotismo. Pero cuando se usa como palanca para apoyar el poder político, es una forma del despotismo y una violación de los derechos humanos.

Por otra parte, está la desviación perversa de ese concepto. Recientemente, se publicaron en las redes unas fotografías que muestran una fiesta sensual que dieron en las instalaciones de la “Aviación Bolivariana”: las damiselas invitadas posaban en poses sugerentes, con fondos de retratos de Bolívar, Miranda. Y de aviones militares.

http://diloquequierasycuandoquieras.blogspot.com/2010/02/fotos-de-la-fiesta-sensual-los.html

III.

El otro concepto devaluado y confiscado es el de socialismo. Hace cuarenta, cincuenta años, ser de izquierda, con las significaciones de socialista o comunista, según el grado de compromiso, era ser una persona que aborrecía la dominación, la arbitrariedad, la explotación de los seres humanos. Era ser partícipe de un grupo de constructores sociales que buscaba una mayor democracia, igualdad de oportunidades en la sociedad, una vida más digna, una mayor justicia, y, en fin, la mayor suma de felicidad para todos. Por esas razones y esas nociones, tenazmente arraigadas, uno fue capaz de comprometer la vida y las posibilidades de superavance económico y social, permaneciendo fiel a los principios más puros e idealistas. Pero he aquí que fueron tomadas por hordas de bárbaros resentidos y transmutadas en una vía de dominación.

Pensar en socialismo en la actualidad y en este país es pensar en un abuso continuado. Re-citando a Havel, … hace ya mucho que (el socialismo) se ha convertido en una cachiporra de uso corriente, con la cual cualquier burócrata enriquecido y descreído da en las espaldas de sus conciudadanos que piensan libremente, llamándolos «enemigos del socialismo» y «fuerzas antisocialistas».

Al principio, para muchos resultaron incomprensibles los desbalances entre la teoría y la práctica. Quizá obviaban por buena voluntad esos desniveles, achacándoselos a la falta de un piso ideológico en el liderazgo y no a la siembra de una manada de corruptos en las esferas del Poder. Y, paulatinamente, a medida que las esperanzas y expectativas se han diluido en el charco de la realidad, han preferido apartarse humildemente, conservando quizá un resquicio de fé.

Lo cierto es que cada vez es más evidente que el socialismo es un fracaso allí donde la condición humana conserva sus tendencias tenebrosas de usar el poder como una forma de enriquecimiento personal, de corrupción y de dominación. Y, aceptemos la realidad: en este país no hay ni siquiera un sentido político y económico que sea socialista. Lo que hay es un Estado corrompido, un sojuzgamiento de los Poderes todos. Con un agravante: antes, respondían a un solo hombre, el comandante eterno, y ahora, cuando la muerte lo retiró del escenario real, los Poderes están sojuzgados por grupos cuyos intereses personales lucen en rebatiña.

En cuanto a la palabra socialista, como otras similares: poder popular, comunas, colectivos, son ya referencias que sirven para humillar, ultrajar y oprimir a todo aquel que no se postre ante los gobernantes. La imagen de Mugabe se dibuja sobre estas líneas: Mugabe es el objetivo final de las metamorfosis del socialismo. Y hacia allí pudiéramos estar yendo.


Milagros Mata Gil
@milagrosmatagil
16 de Agosto de 2013


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